Alumnas de Octavo Grado, Escuela España, Foto Circa 2013.
Recuerdo el enfado con el que reaccionó una de las niñas del octavo grado de la escuela España. Nuestra presencia en dicha institución surgió de una iniciativa que echamos a andar para divulgar la ingeniería entre niñas de tercer ciclo o de bachillerato. La escuela de niñas España fue nuestro primer destino, pues su cercanía hizo relativamente sencillo mover equipo que permitiese hacer pequeños experimentos con electricidad.
Su enojo brotó súbitamente al oírme decir que nuestra visita obedecía a una iniciativa de hacer que mujeres se interesaran por estudiar ingeniería. Esa frase provocó su rabia. Sin quererlo, yo estaba socavando uno de sus sueños mejor guardados: ser la primera de su clase (quizá la única) que iba a estudiar ingeniería. Recuerdo oírla decir algo así como que ya habíamos arruinado su plan, ese de ser la primera de su clase en llegar a ser ingeniera.
Nuestra propuesta tiene como uno de sus ejes más importantes el desarrollar políticas inclusivas. Prueba de ello es que nuestra fórmula está compuesta por hombre y mujer. Pero, no solo eso es prueba de ello, sino que tengo experiencia ganada como coordinador del grupo mujeres en ingeniería IEEE de a UES.
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