lunes, 31 de agosto de 2015

Conoce al Doc (II)



No puedo decir que desde pequeño tuve interés por la electricidad. Quiero ser honesto conmigo mismo y pensar que cuando se es adolescente no se tiene la certeza, la madurez, la sabiduría para saber qué quiere uno hacer con la vida. Recuerdo que uno de mis primos echó mano del e-learning de aquellos años y eso marcaría mi vida.

Hemphill School
No tengo idea cómo llegó publicidad de cursos a distancia, impartidos por Hemphill School, a ese perdido rincón llamado Cantón El Cobanal. Solo puedo suponer que fue mi tía Mercedes la que pensó que pagar cursos de formación profesional a sus hijos era una buena inversión. Uno de mis primos estudió un curso de electrónica básica. Aún conservo uno de aquellos folletos. Luego, recuerdo, le quedó el gusanillo y lo mandaron a estudiar los fines de semana un curso de reparación de radio y TV, a un lugar llamado ENSETEC. Creo que fueron las aficiones de mi primo las que me salpicaron la curiosidad por la electricidad. Luego, supongo, los adultos decidieron por mi. Creyeron que yo valdría para eso. Cuando tocó estudiar bachillerato, mi padre creyó que matriculandome en el Instituto Técnico Industrial procuraba la mejor educación para mi. Para él fue como enviarme al Tecnológico de Massachusett. Y en cierta forma lo fue, pues, para mi, alguien que nunca había viajado solo a San Salvador aquello fue toda una experiencia (digna de otro post).

Charles Atlas y los métodos africanos de alargamiento de cuello
No todo el e-learning con el que tuve contacto fue de provecho. Por ejemplo, otro primo tuvo intereses menos prometedores profesionalmente. El se interesó por su apariencia física y se las arregló para conseguir el método de Charles Atlas. También, por otra parte, mi prima preocupada por que después de alcanzar el metro con cincuenta centímetros dejó de crecer recurrió a otro curso e-learning. No sé cómo llegó a sus manos un método para alargar el cuello. El método estaba basado en la técnica africana de alargamiento de cuello. Con manual en mano se sometía a unas sesiones que nos ponían a varios de nosotros muy nerviosos. No creo que llegase a ganar nada de altura, pues para mí siguió siendo esa pequeña gran persona.

sábado, 29 de agosto de 2015

Bulo

José Napoleón Duarte, La Palma, Chalatenango, 1984.
Era el año 1984. Yo era apenas un crío que aún no entraba en la pubertad. Con otro par de coleguitas habíamos formado una pequeña pandilla de traviesos. Los árboles frutales eran nuestros objetivos más ambiciosos. Mangos, pepetos, zapotes, zunzas y guineos eran objetivo de nuestro pillaje infantil. Un buen día, apareció en nuestro territorio, propaganda electoral. Eran tres póster con la fotografía del candidato  a alcalde del pueblo. Supongo que aquello nos pareció un acto de agresión a nuestro territorio. Ya no puedo recordar si mantuvimos una conversación sobre como vengar tal osadía. Únicamente puedo recordar la determinación con la que lanzamos lodo a aquellos inertes carteles. Aquel fue mi primer y único acto de violencia política. O tal vez fue únicamente la reacción de un niño al ver invadido su territorio.

Nuestro acto nos puso en el ojo del huracán. Nos echamos encima a los viejos campesinos que apoyaban aquella propuesta electoral. 

Fue la propaganda del candidato por el Partido Demócrata Cristiano la que destruimos.  Y con ello habíamos realizado, según los caciques de la comunidad, un acto de ataque al cooperativismo, instaurado hacía apenas unos años atrás. La comunidad vivía un estado de zozobra producto de un bulo de carácter político. Se había hecho correr el rumor de que de no ganar los demócratas cristianos se devolvería la tierra a sus antiguos dueños y los caciques perderían su poder. Aquello no fue más que una noticia falsa de esas que se hacen propalar con el fin de meter miedo.

Bulos en la FIA
Durante cada día de la semana pasada, he enfrentado de una forma o de otra a un bulo que se ha propagado y que dice que de ganar mi candidatura se pondrá en peligro los contratos de nuestros colegas profesores que ya están jubilados y de lo que están por jubilarse. Todo aquello suena a bulo. A esa falsa noticia que se hace circular para meter miedo. El objetivo de esa noticia es querer sustituir la razón por la pasión. Y con ello polarizar. Se conseguiría confrontar a profesores jóvenes contra profesores jubilados o por jubilarse. Eso está muy alejado de nuestro plan de trabajo, que busca conformar un equipo de profesores comprometidos con el futuro de nuestros jóvenes.


Graduarse en nueve años (II)



A lo largo de estos últimos años he hablado con todo tipo de gente sobre la baja tasa de graduados y el largo tiempo que lleva obtener un título de ingeniero o de arquitecto. He aprovechado cada oportunidad para introducir el tema. Desde muy arriba, en el MINED a burócratas de élite. Hasta muy abajo, en la UES a colegas que vivimos este drama día a día. En general, casi siempre me he quedado con la percepción de no ser entendido o de no saber transmitir el mensaje.

Si tomamos como muestra los datos calculados para una de las carreras de la FIA, únicamente alrededor del 4% del total que ingresa obtiene su título en un tiempo inferior a los 9 años.

Las consecuencias de esta situación tienen un impacto muy negativo en la sociedad. No solo se afecta al joven que ve pasar los años sin poder incorporarse de lleno a la actividad económica, sino también a las familias que apoyan esa educación y al estado que subvenciona la misma. Todos perdemos.




Graduarse en nueve años (I)


Uno de nuestros ex-alumnos solía contar el sentimiento de tener acreditada ya su profesión. Su manera de describir el poseer un título de ingeniero de la Universidad de El Salvador me sorprendió mucho. Obtenerlo le llevó nueve años. Decirlo de esa manera parecería de que hablásemos de un mal estudiante, uno que por vago se retrasó en sus estudios. Nada que ver. Fue uno de los mejores. Su éxito académico lo situaba en la cumbre, dentro del 4% que consiguen el título en menos de nueve años. 

Cada vez que acariciaba aquel valioso trozo de papel y lo ponía sobre una mesa tenía la ocurrencia de que la mesa colapsaría por el peso de aquel tremendo diploma. Sin embargo, en la medida que pasaba el tiempo y él no encontraba trabajo, aquel título parecía menos valioso. Menos pesado, menos propenso a aplastar mesas. 


jueves, 27 de agosto de 2015

Nadar o hundirse



Fue este el primer año que no pude ver a uno de nuestros jóvenes expatriados. Él dejó El Salvador y la FIA por motivos de una beca. Ahora mismo se encuentra haciendo un doctorado en ingeniería en USA. Cada vez que tenía vacaciones se pasaba por la facultad a saludarme y a proponerme el organizar actividades. Una de ellas la celebramos en 2012. Me invitó a que hablara sobre un nuevo concepto en educación a distancia que estaba cogiendo auge y que nosotros estabamos aprovechando: los MOOC

A partir de esa charla nos embarcamos en un proyecto que motivó muchísimo a nuestros estudiantes. También, de aquella experiencia me surgió la vena de bloguero. 

Revisando, algunas entradas me encontré con una que ha dado el título a este post. Era una historia donde uno de los grandes impulsores de los MOOC, Sebastian Thrun, creador de la plataforma Udacity, reflexionaba sobre sus años como profesor de la Universidad. Sebastian confesó: "Durante toda mi vida de profesor, que ronda ya los 20 años, siempre fui el típico profesor exigente. Siempre realicé preguntas duras a los estudiantes. Siempre los hacía fracasar, para luego venir a su rescate. Con ello pretendía parecer muy inteligente."

La confesión pública de Sebastian Thrun me hizo reflexionar sobre nuestro comportamiento como profesores. Muchas veces, se pretende ser inteligente frente al estudiante, mediante la asignación de pruebas muy duras. Se aplica la regla de nada o te hundes. Sin embargo, con ello se desnaturaliza la escencia del proceso enseñanza/aprendizaje. Esencia que Mr. Thrun ahora retoma.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Graduarse en el tiempo [USA]


Recuerdo que el día que me tocó hacer la presentación de los resultados de mi informe sobre el problema de la baja tasa de graduados Usain Bolt, velocista jamaicano, acababa de hacerse con el primer lugar en la final de los juegos olímpicos de Londres 2012.  Lo recuerdo vívidamente pues para presentar los resultados a mis colegas utilicé un interesante reportaje del periódico The New York Times. En él se mostraba cómo las mejoras en técnicas de entrenamiento, de nutrición y de preparación física habían conducido a mejorar los tiempos en que se realizaba la carrera de los 100 metros planos.

A lo largo de la presentación recuerdo haber introducido el trabajo realizado por el periodista Hamilton Reeve. A través de cuatro entregas, realizadas para el Texas Tribune, Reeve retrató el estado de la educación pública universitaria en el estado de Tejas. La que mejor presentaba números era la Texas A&M University, que graduaba el 51% de sus estudiantes en el plazo correspondiente (4 años en el modelo de USA). Por otra parte, la Universidad del centro de Houston graduaba únicamente 3%.  Esta universidad sirve mayoritariamente a la población negra e hispana. Igual número de graduados tenía la universidad Texas Southern University, que sirve a la comunidad negra.

En el estado de Tejas, graduar el 3% representa lo peor del estado. La sociedad estadounidense lo sabe y ésta cuestiona ese pésimo resultado. 

Graduar el 3% en su tiempo, para la FIA sería equivalente a graduar a por lo menos 30 jóvenes en menos de 6 años. Aún estamos lejos de ese número. Aún estamos lejos de la Texas Southern University, la que algunos consideran una universidad gueto.

martes, 25 de agosto de 2015

Graduarse en seis años (II)

Tasa de graduados en ingeniería eléctrica para los estudiantes que empezaron sus estudios en San Salvador.

Aún recuerdo esa conversación. Fue en una de las mesas del costado norte de las cafeterías de la U, las que quedan frente al edificio de periodismo. Hablamos un ex-alumno y yo sobre el problema de que nadie prestaba atención a la baja tasa de graduados; y que, muchas veces, innecesariamente, se prolongaba el tiempo requerido para finalizar la carrera. Para mi sorpresa, de repente, a quemarropa, me soltó una pregunta para la que no estaba preparado: ¿Para qué los quiere graduar [a los estudiantes] antes? ---me espetó. Echando mano del recurso de que a una pregunta se responde con otra, respondí: ¿Y para qué los queremos retener aquí?

La pregunta de mi ex-alumno no es baladí. Representa una constante presente en nuestra institución. Una que damos por hecho. Que obtener un título de ingeniero o de arquitecto es cuestión de tener que esperar al menos una década.

A partir del año 2013, por lo menos para los graduados de ingeniería eléctrica, se empezaron a tener algunos casos de graduados en seis años. Pero ese fenómeno tiene su explicación en un cambio en la legislación universitaria que introdujo la posibilidad de poder graduarse sin la necesidad de hacer trabajo de graduación (si se hubiese superado el ocho como nota promedio).

La gráfica de la figura muestra los porcentajes de graduados que empezaron sus estudios en el campus central y que terminaron en menos de 6 años. Se calculó de esa manera pues no se consiguieron datos de ingreso de los centros de Santa Ana y San Miguel. Si promediamos los resultados de los últimos 3 años, el número de graduados en menos de 6 años es de 1%.

Si solo 1 de cada 100 puede superar la tremenda prueba de acabar la carrera en su tiempo, nos preguntamos ¿Que debemos hacer para apoyar al 99% restante?




Graduarse en seis años (I)

A finales del año pasado un buen amigo nos invitó a cenar a su casa. De él puedo decir que es una gran persona, que sabe ser feliz quitándole pasión a los problemas que aquejan a esta sociedad. De estudiante de ingeniería eléctrica fue el mejor de su promoción, nunca reprobó una asignatura. Su trabajo de graduación lo realizó con éxito. Luego, después de graduado, tuvo una excelente carrera como investigador en un importante centro europeo. Ahora mismo, reside aquí en El Salvador. 

Mi amigo conoce el trabajo que publiqué sobre el largo proceso que llevan los estudiantes para llegar a graduarse de ingeniero electricista. Y sobre él me soltó una pregunta: ¿Cómo era que yo había concluído que nadie se había graduado en menos de 6 años? Después de haber buscado, procesado, analizado y revisado la información que me llevó a publicar ese resultado, para mí aquello era un hecho incontestable. Sin embargo, entendí que apesar de haber publicado y divulgado los resultados, nuestra comunidad aún no entendía la dimensión del problema. 

Para ponerlo en palabras llanas: el problema es que, durante el periódo de análisis, ni aún los estudiantes más brillantes obtuvieron su título en menos de seis años.

Las consecuencias de esta situación son muy negativas y afectan más allá de la vida del joven al que se le hace extender sus años de formación. Así, las familias que apoyan al estudiante se ven agobiadas con la tremenda carga que significa mantener a un joven durante casi dos lustros, sin aportar nada a la economía familiar. También, siendo ésta una institución pública, el gasto por estudiante que el estado tiene que realizar se ve tremendamente incrementado. Al mismo tiempo, nada despreciable es el efecto que tiene en la hacienda pública el tener a un joven sin tributar, pues al no ser parte de la población económicamente activa la hacienda pública no percibe de éste casi ningún tipo de impuesto.

La sociedad en su conjunto pierde con esta situación. Pierde el joven, pierde la familia y pierde el estado.

domingo, 23 de agosto de 2015

Campaña Sucia (II)


Hace ya casi dos meses me acerqué a visitar a un colega que trabaja en una de las oficinas que conforman la administración central de la universidad. Este colega es un tipo muy inteligente, con mucha experiencia de mundo. Es capaz de burlarse de sí mismo y de los demás al mismo tiempo. Durante unos minutos hablamos sobre los posibles candidatos a competir por el cargo de rector. Me sorprendió cuando me dijo que una de las posibles candidatas lo iba a tener difícil, sino imposible, por haber sido etiquetada como miembro de los servicios secretos americanos: ¡La CIA, vamos! Me quedé estupefacto. Le repliqué que esta funcionaria tenía años de ocupar cargos dentro de la burocracia universitaria. Que si querían cuestionarla únicamente habría que revisar su desempeño. Me respondió, con una risa burlona tirando a sorna, que lo de la CIA era más efectivo.

No sé si es la naturaleza humana la que empuja a querer acabar con el adversario de un plumazo. Y si para ello hay que utilizar la trampa, el engaño y la calumnia, pues, se hace y punto. 

Mis intenciones de querer ser candidato a decano por la facultad han sido ya expuestas a los tres sectores que, según la legislación universitaria, tienen el derecho a expresarse: estudiantes, profesores y profesionales no docentes. Entiendo que como seres humanos tenemos preferencias por ciertas personas. Comprendo que el calor de una campaña levante algún tipo de pasión entre los contendientes y sus bases. También, entiendo que se critique el trabajo del adversario. Perfectamente, asumo que en una campaña no se lancen versos ni sonetos. Pero lo que ya no puedo compartir es que la base de la competencia esté fundada en la triquiñuela, la calumnia y la mentira. 

Querer endosarme una carta como la que comenté en mi publicación anterior es querer reducir el nivel de debate al de primates. Una facultad de ingeniería y arquitectura se merece algo mejor que eso. Tenemos grandes problemas por resolver. Sobre ellos hay que construir soluciones.


Campaña Sucia (I)

Fuente: www.cartoonstock.com

A mitad de la semana pasada un colega profesor se me acercó para comentarme algunos pormenores de una campaña sucia que se ha puesto en marcha sobre mi persona. El eje central de esa estrategia lo establece una carta, de la cual ya tengo copia (ver link). La carta se supone fue enviada por una de las dos personas que fungieron como director de Tesis Doctoral, misma que finalicé y defendí en 2007. Según entiendo muchas copias de esa carta fueron enviadas, hace ya ocho años, a diferentes partes de la administración universitaria de aquellos años. Nunca lo sabré, pero entiendo que hasta media docena de esas cartas fueron enviadas a  otras instancias de la universidad.

Todo esto parece un burdo ataque personal. Pero intentemos explicar, mediante el uso del sentido común y de la razón, este tema tan poco elegante.

En el año 2007, finalicé mi Tesis Doctoral, publiqué como co-autor un artículo en la revista Transactions on Signal Processing del IEEE y fui co-autor de un capítulo de libro (chapterVI), que se encuentra a la venta en tiendas internacionales como Amazon Online. En todas estas contribuciones académicas firmamos como co-autores, entre otros, mis dos directores de Tesis Doctoral y mi persona. Y no solo esos trabajos de 2007 realizamos juntos. También, en 2008 publiqué, como co-autor de artículo, en el Journal Europeo EURSASIP Journal on Advances in Signal Processing. Siempre firmamos como co-autores mi persona y mis dos directores de Tesis Doctoral. 

Ahora, si intentamos aplicarle el sentido común y la lógica a la carta difamatoria que mis detractores se han dado a la tarea de divulgar, pues, resulta que no la hay. ¿No parece contradictorio una carta supuestamente escrita, de forma tan visceral, por uno de los directores de Tesis Doctoral, y el trabajo que realicé en 2007 bajo su tutela? ¿No falta esa contradicción al uso más mínimo de inteligencia? Bueno, supongo que donde no hay inteligencia y donde no hay sentido común resultará imposible hacer entrar en razón.

Quizá, de las cosas que he hecho en esta vida tenga muy pocas cosas de las que avergonzarme. Las que hice en 2007 no están en esa lista. Por ello, sin dudarlo ni un momento, utilizo el viejo cliché: No tengo cadáveres que esconder en mi armario.

¿Qué pasa si vos queres cambiar tu entorno?

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Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia. / GORKA LEJARCEGI

En una entrevista concedida a el periódico EL PAÍS, Yanis Varoufakis, exministro de finanzas griego, demostró por qué se le considera una de las lenguas más afiladas de la izquierda europea. La entrevista se llevó a cabo a casi un mes de que dejase su puesto de ministro. A la pregunta de cómo lleva eso de ya no ser ministro, respondió: “No entré en política para hacer carrera. Entré para intentar cambiar las cosas. Y hay que pagar un precio por tratar de hacerlo.” A esa respuesta, rápidamente, el periodista preguntó: ¿Cuál es ese precio? Y éste respondió: “El desdén, el profundo odio del establishment. Si uno llega a la política sin querer hacer carrera acaba metiéndose en problemas.”


¿Qué pasa si vos queres cambiar tu entorno? Pues te enfrentas al desdén, al profundo odio del establishment
Uno de mis amigos de Facultad, quien ya en el pasado pasó por una experiencia de competir por un cargo de elección popular, me explicó cómo sobrellevó el desprecio que le endosó el establishment. A su manera, como una forma de protegerse de los enemigos surgidos al desafiar el statu quo, me explicó que quizá lo mejor era interpretar ese odio visceral como un sentimiento dirigido a la aspiración y no a la persona. Con esa idea mi citado amigo llegó a sentirse mejor, la burla y el escarnio se le hizo más llevadero.


Entré a la contienda para intentar cambiar las cosas

Al igual que Varoufakis, puedo decir que entraré  a competir porque estoy convencido de que puedo cambiar cosas. Nunca quise hacer carrera como político, todo lo contrario mis credenciales son mayoritariamente académicas. Entro a este juego como un advenedizo, un extranjero, un forastero, un outcast, uno que desafia al establishment, alguien que se enfrenta al statu quo. Y por ello tenés que pagar un precio.

Por qué PorFiA


Este blog tomó como nombre la palabra PorFiA. Porfía, es la acción de porfiar. Por FiA denota causa, esa causa es la FiA. Porfiar  tiene tres acepciones, la tercera se refiere a la acción de luchar, de persistir, de continuar insistentemente una acción para el logro de un intento en que se halla resistencia. 

El cambio siempre encuentra resistencia. Y por ello hay que porfiar. PorFiA representa a los que sienten como causa tener una FiA diferente.

En su primera acepción, la acción de porfiar implica disputar y altercar obstinadamente con tenacidad. Pero esto debe hacerse con sabiduría, con propósito de hacer de nuestra FiA un lugar mejor. Un sitio que se preocupa por sus jóvenes, por conducirlos al éxito. Ese es el espíritu de PorFiA.