sábado, 28 de mayo de 2016

Becas, becarios y sueños no cumplidos (II)

Su nombre era Juan José. Era un chico introvertido. Le conocí cuando era alumno de cuarto año. Creo que pasaba por un mal momento en sus estudios. Tenía atragantada una de las electrónicas y esa situación le descompensó todo su programa de estudios. Era exalumno del programa jóvenes talento. Casi al mismo tiempo, conocí a otros dos exalumnos de ese programa que habían empezado sus estudios en la FIA pero, al sentir que no progresaban, tomaron la decisión de cambiarse de carrera. También, por esas fechas, teníamos a una estudiante, exalumna del mismo programa, que decidió cambiarse de carrera.

Recientemente me enteré que Juan José era originario de Corinto, Morazán.  Tenía concedida una "Beca Excelencia", con fondos provenientes de la privatización de ANTEL. Y que nunca acabó sus estudios de ingeniería eléctrica. Por el contrario, otros jóvenes que consiguieron la misma beca, pero que escogieron como destino universidades extranjeras, concluyeron satisfactoriamente sus estudios. 

¿Cómo es eso que estudiantes con el mismo perfil académico, receptores de un mismo tipo de beca, triunfan en el extranjero, pero fracasan en nuestra universidad? La respuesta a esta interrogante la han estudiado muchos educadores y científicos sociales. Resulta que, para un mismo perfil de estudiante, una mala institución tiene altas probabilidades de conducirle al fracaso. Por el contrario una buena institución, tiene mejores probabilidades de conducirle al éxito. 

Muy probablemente, Juan José hubiese acabado su carrera en el MIT, en Stanford o en el CalTech. Pero, un chicho de Corinto quizá nunca creyó que tenía que irse al extranjero para poder triunfar. Su red de contactos era muy limitada, quizá, incluso, unos padres humildes con poco acceso a información, poco o nada podían hacer para orientarlo.

Becas, becarios y sueños no cumplidos (I).

No puedo recordar con precisión el año. Supongo que habrá sido 1995 o 1996. Me encontraba dentro del desvencijado edificio administrativo de la FIA. Estaba apoyando el proceso de inscripción de asignaturas. Del otro lado, afuera, al sol, había una interminable fila de estudiantes. Todos intentaban inscribir. Todos tenían que presentar la misma documentación. Sin embargo, la monotonía de aquel proceso la interrumpió un estudiante diferente. Aparentaba una edad superior al promedio. Dentro de la documentación que lleva encima había una que lo acreditaba como receptor de una beca. Era una beca de desmovilizado de guerra. Era un excombatiente del FMLN. Iba de manga larga, se notaba que intentaba disimular la falta de uno de sus brazos. Intercambiamos algunas pocas palabras y continué con mi rutina. 

Fotografía del edificio administrativo, FIA 1995.

Me quedé pensando en aquél hombre y sus sueños de ser ingeniero o arquitecto. Para ser sincero, no le di muchas posibilidades de poder progresar en un sistema educativo como el de la FIA. Y así fue, ya no volví a verle más.  

Tal como veo que funcionan los pocos programas de becas en El Salvador, es evidente el desinterés por darle seguimiento al desempeño del becario. Los programas de becas, de alguna manera, son programas de inversión en capital humano. Con factor de riesgo incluido. Minimizar el riesgo de que fracase el becario es una tarea que no debe de ignorarse. De lo contrario mucho de ese capital se irá a fondo perdido.  El becario, al igual que todos los jóvenes que van a estudiar o se encuentra estudiando una carrera, requiere de asesoría. Con ello se facilitaría el proceso que le conduciría a finalizar sus estudios con éxito.

Nunca sabré cual fue el destino de aquel excombatiente. Lo que si sé es que poco o nada pudimos hacer por ayudarle a convertir en realidad su sueño.

jueves, 26 de mayo de 2016

Higiene en el trabajo (II)

Como una forma de enriquecer el contenido de una de las asignaturas que imparto, invitamos a nuestra clase a un ingeniero salvadoreño radicado en Estados Unidos. En El Salvador, este colega fundó varias empresas. Una de ellas le produjo mucho éxito. Luego, el destino le condujo a radicarse en nuestro vecino del norte. Ahí ha logrado hacer carrera en la empresa Motorola Solutions. Invitar a profesionales para que intercambien experiencias con nuestros estudiantes es muy importante. Las experiencias que han vivido estas personas sirven de motivación para que los jóvenes vean las posibilidades que tienen para sus vidas, una vez hayan acabado sus estudios.


A veces, la rutina diaria hace que se ignore la falta de limpieza que caracteriza las aulas de la FIA. Pero, teniendo un invitado de fuera era imposible no ver el entorno con los ojos del visitante. Nada más subir a la segunda planta del edificio de la biblioteca llamaba la atención como la basura se salía de un par de atiborrados basureros y se esparcía, como corriente de agua, hasta salir por la puerta. La escena era muy vergonzosa. La zona de estudio donde se forman las nuevas generaciones de ingenieros y de arquitectos estaba convertida en un promontorio de basura.

Esta semana oí nuevamente la cantinela: la culpa es del estudiante que no cuida el patrimonio universitario. La persona que dijo eso era un alto funcionario dentro de la burocracia de la facultad. Y fue más allá diciendo que el joven tiene una actitud destructiva. Para dejar firme su posición comparó al estudiante con el hooligan que frecuentan el estadio de fútbol a hacer desorden y a destruir. Ese es el discurso al que se recurre cada vez que se señala una carencia básica: la falta de higiene en lugar de trabajo o de estudio.


sábado, 21 de mayo de 2016

Primer empleo (III). Timadores profesionales.

Fue el año pasado que, durante la cena de navidad de la directiva de mi gremio profesional, oí algo que me transportó a recordar dos historias similares, la primera de unos meses atrás y la otra acaecida hacía ya una década. Frente a mi, tenía a un joven ingeniero, recién graduado de la UCA. A mi lado tenía a dos de sus profesores. Uno de ellos preguntó al joven ¿Dónde estaba trabajando? él respondió con el nombre de una empresa de la cual yo conozco a su dueño. Rápidamente, ambos profesores intercambiaron miradas de complicidad. Uno de ellos, con mordacidad, le espetó al joven la pregunta: ¿Ya te pagó? Inmediatamente, caí en la cuenta de la reputación que tiene creada ese empresario: una donde estafa a todos los profesionales jóvenes que ingenuamente caen en sus garras.


Pero, de este timador profesional ya había oído dos historias similares que concernían a dos de nuestros graduados.  Hacia mitad del año pasado, uno de nuestros mejores estudiantes trabajó para este señor durante tres meses sin recibir paga. Cuando hablé con el estudiante, acababa de dejar esa empresa. Se encontraba confundido. Era su primer empleo como profesional. Se encontraba en la fase de no querer admitir que le habían robado. Que había sido víctima de una estafa.

La otra historia, la que se remonta una década atrás, toca una vena más personal. Era una persona muy cercana la que fue víctima de este estafador. Fue la primera vez que oí hablar de él y de su empresa. Indagué un poco sobre quién era y me sorprendió un poco: presidente de una gremial y directivo de otra. Luego, muchos años más tarde, tuve la oportunidad de hablar con él. Me ofreció su tarjeta y la oportunidad de desarrollar proyectos con él. Acepté su tarjeta y nada más.

Primer empleo (II). Hay muchos timadores allá fuera.

Resulta difícil olvidar la alegría de obtener el primer salario. El cambio de estado de no tener ingreso a tenerlo es simplemente gratificante. Se gana independencia económica, se consuma, por fin, el paso a la vida adulta. Pero, ese cambio de estado no siempre es fácil. Pasar de ser un estudiante universitario a ejercer una profesión no es algo automático. Y, allá fuera, no lo ponen nada fácil.

A la mayor parte de nuestros estudiantes, que están buscando o apenas han encontrado empleo suelo preguntarles cómo está el mercado laboral. Muchas de las respuesta que recibo son para dar escalofríos. Con una economía deprimida, parece ser más fácil el encontrar empresarios, jefes y "jefecillos" que abusan de los profesionales jóvenes que andan en busca de trabajo. Salarios miserables, jornadas extenuantes, trato degradante y timos. Han sido ya varios los casos donde jóvenes encadenan uno y otro empleo donde no hay paga. 

En la literatura judeo-cristiana, robar el salario de un jornalero ha sido catalogado como uno de los actos más despreciables. En la Tora, base del antiguo testamento, los judíos recomendaban a los patronos no retrasar ni un día el salario de un jornalero. Encarecían pagar y pagar a tiempo: "[Al trabajador] En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida (...)".

Muchos de éstos ladrones de salarios, son religiosos hasta la médula. Y sin embargo, con impunidad abusan de aquellos que quieren dar ese paso: el de incorporarse a la vida adulta. 

viernes, 20 de mayo de 2016

Primer empleo (I)

Formalmente, mi primer empleo lo tuve como aprendiz en un taller de calderas, cuando apenas había superado los 17 años. Digo formalmente pues, habiendo crecido en una zona rural, mi vida había sido la del niño trabajador. De aquellos que, durante la época de recolección de café, sus padres utilizan como apoyo para mejorar el ingreso familiar. El dueño del taller era el hijo de un propietario de cafetería ya jubilado de la ciudad de Santa Tecla. Poseían varios pequeños negocios, una ferretería, un taller de reparación, una cerrajería, una empresa de inspección de calderas, y muchos más negocios. 

Literalmente, el taller de calderas era un infierno. El taller pasaba por sus peores momentos. El único técnico con algún grado de cualificación les había abandonado, por un mejor empleo. Y eso había dejado al dueño sin su "esclavo" más preciado. Cuando llegué había únicamente dos mugrientos técnicos. Uno era un chico que, con mis ojos de adolescente, veía como alguien ya mayor, tenía 21 años, estaba "acompañado" y era ya padre de familia. El otro chico era un aprendiz como yo. Ambos tenían un aspecto sumamente ennegrecido, seguramente por la falta de higiene del lugar. Su aspecto miserable era magnificado por su vestimenta haraposa.  Por el contrario, ver llegar a nuestro jefe, descendiendo de su carro, a veces acompañado por sus hijos, todos bien vestidos, todos bien olientes, todos con la mirada altiva.   

El trato fue siempre degradante. Siempre se nos hizo ver que eramos el peldaño más bajo en la escalera social. Eramos prescindibles, casi infrahumanos. No duré mucho tiempo en aquél empleo. Pero, laboralmente hablando, fue mi primera experiencia como trabajador. De aquella fecha a esta parte puedo ver que no ha habido muchos cambios en el trato que empleadores dan a sus empleados, aunque éstos tenga una titulación universitaria. Quizá haya matices, cuando por ejemplo el empleado es un "titulado", pero en el fondo el respeto al trabajador aún sigue en los mismos niveles de aquellos que experimenté en mi época de aprendiz.


sábado, 14 de mayo de 2016

Accidentes prevenibles

Era un enorme e intimidante ruido que lo inundaba todo. Era muy parecido al sonido que genera el equipo de soldadura eléctrica, pero amplificado miles de veces. Era evidente que aquel ruido no podría ser otra cosa que algún tipo de falla del sistema eléctrico. Era tan estruendoso que inquietaba y robaba la tranquilidad de cualquiera que estuviese a su alcance.  Me dirigí a la zona sur de la segunda planta de mi edificio, la Escuela de Ingeniería Eléctrica. Desde una pequeña sala donde se celebran reuniones intenté orientarme e identificar el origen de aquel continuo y casi armónico estruendo.

Casi al mismo tiempo que supe de donde venía el ruido recordé que en una de las gavetas de mi escritorio tenía una cámara. Cogí la cámara y me dirigí al lugar donde se estaba originando el corto circuito. 

Aquella falla ha quedado grabada en la memoria de muchos de los que tenemos interés en la electricidad. Un accidente de esas proporciones debería ser la pesadilla de todos aquellos que se dedican a la profesión de distribuir energía eléctrica. Esta semana, con la muerte de un matrimonio, hemos constatado lo trágico que puede ser tener mal dimensionado el sistema de protecciones de las líneas de distribución.  


martes, 10 de mayo de 2016

Higiene en el trabajo

Mi uso del asqueroso y único baño de los laboratorios de la escuela de ingeniería eléctrica se reduce al urinario. Creo que nunca he estado ahí más de un minuto. El lugar ha sido siempre una pocilga. He podido educar a mi cuerpo para no tener que recurrir a los servicios sanitarios de mi lugar de trabajo. 

Sin embargo, el día de ayer las condiciones del baño-pocilga alcanzaba el estándar de centro penal salvadoreño. Al salir me encontré con un alto funcionario de la administración de nuestra facultad. Estaba sentado charlando relajadamente con nuestros técnicos. Al verle no pude evitar quejarme frente a él y al mismo tiempo hacerle ver que su lugar de trabajo, apenas separado 100 metros del nuestro, mantiene unas condiciones "impolutas". Su respuesta fue automática, como la que ya ha sido previamente programada en un robot. La culpa es nuestra. La culpa es de los que trabajamos en ese edificio.

Hacia el mediodía decidí subir unas fotografías para que el problema pudiese ser abordado desde las redes sociales. Algunos de los estudiantes que tienen que aguantar trabajar en unos ya deplorables laboratorios compartieron y comentaron las fotografías. Casi de manera automática empecé a leer comentarios similares a los del citado funcionario. Los comentarios eran realizados por otros estudiantes que de una o de otra manera están involucrados con el desarrollo de la facultad. En suma el discurso era: la culpa es del estudiante que no cuida el patrimonio universitario.

Ese discurso no es nuevo. Se lo oigo mucho al conservadurismo más rancio cuando se habla de pobreza. La culpa de la pobreza es el pobre mismo. Es holgazán. Hay oportunidades y no las aprovecha.

sábado, 7 de mayo de 2016

God-Given Potential

Hay frases que aunque tú no lo quieras se quedan ahí resonando en tu cabeza. Una de esas frases la pronunció la candidata en las elecciones primarias por el partido demócrata, Hillary Clinton.  Justo al inicio de su primer debate, auspiciado por CNN, la ex-secretaria de estado soltó la frase donde dijo que la mayor parte de su vida adulta la ha dedicado a buscar las maneras de ayudar a que cada niño alcance todo el potencial que dios le ha dado. Debo de reconocer que en un principio no me gustó la frase, pues, la asocié a ese recurso de mezclar a dios y política.
Sin embargo, no pude ignorar que la frase "God-Given Potential" incluye una de mis obsesiones. Esa obsesión viene de manera reiterativa cada vez que llego al aula y me pregunto ¿Cómo hacer para que cada joven que está sentado frente a mí desarrolle su plena capacidad? ¿Cómo hacer para que entienda el contenido de este día? En suma: ¿Cómo conducirle al éxito? La respuesta no es sencilla. Cada joven necesita diferente tipo de ayuda e incluso hay algunos que ni siquiera se dan cuenta que la necesitan. Llegar a aquellos que se van quedando rezagados. Encontrar la manera de darles ese pequeño empuje para que encuentren y desarrollen su máximo potencial. Eso a lo que la señora Clinton llamó "God-Given Potential."   

jueves, 5 de mayo de 2016

It's a long way to the top

Hace no muchos años, al salir por la mañana de mi casa coincidía, en mi camino hacia la universidad, con uno de nuestros alumnos que, a su vez, se dirigía a su trabajo. Ese pequeño trayecto que caminábamos juntos, quizá no más de tres cuadras, me permitió conocer más de cerca sus circunstancias. Era un joven luchador, de aquellos que tienen claros los objetivos. Luchaba por mantener su trabajo, luchaba por aprobar las "temidas asignaturas" de cuarto año de ingeniería eléctrica y, más importante aún, luchaba por sacar adelante a su propia familia, esposa e hijo.

Con el tiempo me enteré que tenía un hermano menor, que de una manera diferente, se encontraba batallando sus propias guerras de estudiante de ingeniería. También, me enteré que era uno de esos estudiantes excepcionales, esos que nunca reprueban asignatura y que, desde fuera, hacen parecer que estudiar una carrera universitaria es cosa sencilla. Para el hermano mayor, endurecido por sus propias circunstancias, los resultados excepcionales del menor no tenían mucho mérito, pues, después de todo, según él, eso es lo que debe de esperarse de un estudiante de tiempo completo. Recuerdo haber hecho el esfuerzo de transmitir al hermano mayor la idea de que había que apoyar al menor, que los resultados que iba consiguiendo los obtiene únicamente 1 de cada 100 alumnos de la FIA.

Me entristece el que no se valore el esfuerzo que hacen los jóvenes por estar al frente, "at the top". Entiendo que, a veces, esa falta de consideración provenga de la misma familia. Sobre todo de aquellas donde ninguno de sus miembros ha vivido la experiencia de estudiar una carrera universitaria. Sin embargo, más me entristece que sea nuestra propia institución, la universidad, la que no apoye el esfuerzo de la juventud.

Parafraseando la canción de AC/DC, llegar a la cúspide es duro, en el camino te roban, te asaltan, te apedrean y te engañan: "It's a long way to the top, If you wanna rock 'n' roll". 

domingo, 1 de mayo de 2016

Día del trabajo. Jornada de 8 Horas. ¿Cuál debería ser la jornada de un estudiante universitario?

El día internacional de los trabajadores conmemora un hecho: la ejecución en EEUU de sindicalistas anarquistas que reivindicaban una jornada laboral de 8 horas. Sin embargo, no siempre ese número puede aplicarse al pie de la letra. Diferentes tipos de actividades requieren esfuerzos diferentes. Tómese por ejemplo el trabajo de un médico, no por reivindicar sus 8 horas abandonaría a un paciente en plena cirugía. Como tampoco podríamos imaginar a un policía abandonando una operación simplemente porque ya se llegó el fin de la jornada. 

Reflexionando sobre mi propia vida de estudiante recuerdo las jornadas extenuantes que me auto-infligía. Eran bestiales. Pero no había opción si se querría avanzar en la carrera. Comparativamente, era como romper piedra y tener como herramienta un simple martillo, pues, poca ayuda recibía de la universidad como institución (profesores, biblioteca, horas de consulta, discusiones, etc). Sin embargo, reflexionando sobre mi metáfora, puede romperse piedra de manera efectiva si se dispone de la herramienta adecuada, como por ejemplo un buen taladro hidráulico.

¿Cuántas horas al día debería estudiar un estudiante universitario?
No hay una respuesta sencilla. Sin embargo, hay una regla de oro que casi nadie toma en consideración y es que se requieren de 2 a 3 horas de estudio por cada hora de clase recibida. Un simple cálculo aritmético pone en evidencia que los planes de estudios de la FIA sobrecargan demasiado al estudiante. Un ciclo de 5 materias, con discusiones o laboratorios sumaria: 20 horas teóricas, 10 de discusión o 10 de laboratorio. En total 30 horas a la semana de clases presenciales. Si aplicamos la regla de 2 a 3 horas de estudio, se tendrían jornadas de 90 a 120 horas de trabajo a la semana. Una locura.