Es una de las conversaciones más cínicas que le oí mantener. Durante más de una década esta persona ha trabajado en el mundillo de las organizaciones no gubernamentales. En aquella ocasión me comentaba algunas de sus actividades semanales. Una de ellas había sido una reunión de trabajo en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Me pareció contradictorio. Reunirse en un restaurante de mucha clase y, al mismo tiempo, planificar programas sociales: destinados a ayudar a los pobres. A mi cuestionamiento, con mucha sorna, respondió que lo que intentaban dejar claro, reuniéndose en ese lugar, era "a lo que aspiraban los pobres". Es decir, comiéndose un gran "churrasco argentino" se demostraban asimismo el futuro que deseaban a los pobres.
El mundillo ONG es muy complejo. Da mucho trabajo en este país. Hay un par de esas instituciones que superan el tamaño de algún ministerio salvadoreño. Por encima de esta gente están los "donantes", mecenas de la ayuda al desarrollo. Este otro grupo está compuesto por diplomáticos y políticos de las cancillerías del mundo. Estos se encargan de que la ayuda al desarrollo se convierta en un instrumento de "influencia" sobre los estados receptores.
De todo esto, sigo aprendiendo que no hay nada romántico en los programas sociales y en la cooperación al desarrollo. Su objetivo puede ser fantástico, similar al trabajo de las iglesias que se encargan de llevar almas al cielo y rescatarlas del infierno, pero hay que quitar el romanticismo. De éstas, al igual que de cualquier institución o de cualquier funcionario, hay que demandar resultados.
El mundillo ONG es muy complejo. Da mucho trabajo en este país. Hay un par de esas instituciones que superan el tamaño de algún ministerio salvadoreño. Por encima de esta gente están los "donantes", mecenas de la ayuda al desarrollo. Este otro grupo está compuesto por diplomáticos y políticos de las cancillerías del mundo. Estos se encargan de que la ayuda al desarrollo se convierta en un instrumento de "influencia" sobre los estados receptores.
De todo esto, sigo aprendiendo que no hay nada romántico en los programas sociales y en la cooperación al desarrollo. Su objetivo puede ser fantástico, similar al trabajo de las iglesias que se encargan de llevar almas al cielo y rescatarlas del infierno, pero hay que quitar el romanticismo. De éstas, al igual que de cualquier institución o de cualquier funcionario, hay que demandar resultados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario