jueves, 30 de junio de 2016

Salarios miserables

Fue un día cualquiera. Un estudiante se me acercó a pedirme información sobre las facturas de electricidad de nuestra universidad. Como no tenía las más recientes aproveché para invitarle a que fuéramos a solicitarlas. El proceso duró un par de horas y me dio tiempo para preguntarle sobre su nuevo trabajo. Me comentó que recién lo había abandonado. Estuvo ahí poco más de dos meses. El primero, lo empezó cobrando algo muy cercano al mínimo del sector comercio, unos US$250. El siguiente mes no cobró nada. El día de pago no recibió nada. Como explicación le dijeron que al estar en los meses de prueba aquello era "normal". Normal no cobrar tu salario.

Oír ese tipo de anécdotas produce una mezcla de emociones: rabia e impotencia son algunas de ellas. Por una parte, tenemos a los empresarios que tienen instaurada una cultura de desprecio al trabajador y a su salario. Por otra parte, están los mismos empleados que se rigen bajo el código: Si eres nuevo tienes que "pagar derecho de piso". 

Durante mi  conversación con aquel joven era fácil darse cuenta de que por mejor cualificación que tenga un profesional, pues, si se le paga mal, éste dará de si el mínimo. Bastó un mes para que se diera cuenta de que no importaba su esfuerzo, su empeño, su dedicación. La cultura de trabajo instaurada era aprovecharse del que está debajo y, únicamente, frente al jefe, pretender que se trabaja. 

sábado, 25 de junio de 2016

Mundillo ONG

Es una de las conversaciones más cínicas que le oí mantener. Durante más de una década esta persona ha trabajado en el mundillo de las organizaciones no gubernamentales. En aquella ocasión me comentaba algunas de sus actividades semanales. Una de ellas había sido una reunión de trabajo en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Me pareció contradictorio. Reunirse en un restaurante de mucha clase y, al mismo tiempo, planificar programas sociales: destinados a ayudar a los pobres. A mi cuestionamiento, con mucha sorna, respondió que lo que intentaban dejar claro, reuniéndose en ese lugar, era "a lo que aspiraban los pobres". Es decir, comiéndose un gran "churrasco argentino" se demostraban asimismo el futuro que deseaban a los pobres.

El mundillo ONG es muy complejo. Da mucho trabajo en este país. Hay un par de esas instituciones que superan el tamaño de algún ministerio salvadoreño. Por encima de esta gente están los "donantes", mecenas de la ayuda al desarrollo. Este otro grupo está compuesto por diplomáticos y políticos de las cancillerías del mundo. Estos se encargan de que la ayuda al desarrollo se convierta en un instrumento de "influencia" sobre los estados receptores.

De todo esto, sigo aprendiendo que no hay nada romántico en los programas sociales y en la cooperación al desarrollo. Su objetivo puede ser fantástico, similar al trabajo de las iglesias que se encargan de llevar almas al cielo y rescatarlas del infierno, pero hay que quitar el romanticismo. De éstas, al igual que de cualquier institución o de cualquier funcionario, hay que demandar resultados.


viernes, 24 de junio de 2016

De pobres y burros

Durante casi toda mi vida he mantenido distancia sobre ese tipo de eventos que reúne a centenas de personas en hoteles cinco estrellas, con comidas de hasta 8 cubiertos, donde se platica sobre pobreza. Ese tipo de evento suele juntar a empleados de ONGs, a empleados y altos burócratas de la cooperación internacional y, por supuesto, a funcionarios de gobierno de todo nivel. Al ver a toda esta gente, cada vez que por una u otra razón me toca asistir a un evento de este tipo, no puedo evitar pensar lo inútil que debe de ser, para algunos, el trabajo que desempeñan. 


Esta semana tuve que impartir una charla dentro de un foro sobre "Desarrollo Digital". Desde el enfoque de la Internet y de las comunicaciones móviles, se abordaron temas como los servicios financieros, el cambio climático y el emprendedurismo. Mi charla estuvo precedida por la de una señora de apellido Kuri. En la agenda especificaba que ella hablaría sobre la necesidad de la inclusión digital. Oír hablar a esta señora fue muy interesante, pues reafirma la visión que las clases conservadoras tienen sobre la pobreza. Como ejemplo de su argumentación tomó a su sirvienta, a la que por cierto describió no como su criada sino como "una persona que trabaja para mi". Según esta señora su criada es poco más que un burro. Su acceso a Internet, a diferencia de ella y de sus hijos, lo ocupa para consumir basura en redes sociales. 

Una búsqueda rápida en redes sociales sobre esta persona conduce a ver que es una empresaria. Su empresa "contribuye a la reducción de la pobreza y facilita el desarrollo empresarial en El Salvador." Creo haber entendido un poco más este círculo. Por una parte están esta especie de empresas parásitas, por otra parte está la cooperación internacional y, cerrando el círculo, por último, están los burócratas. A todos les gusta hablar de pobreza mientras se engulle un buen "filet mignon".

sábado, 18 de junio de 2016

SUFI

Sí, el Doc fue a sufi. Debo reconocerlo, y que mejor sitio que este blog. En mi última entrada escribí sobre el umbral que determina si se aprueba una asignatura. Hay más umbrales. Un promedio global de notas superior a ocho determina si se evita el trabajo de graduación. Uno inferior a siete, si se agrega carga extra al plan de estudios. Un promedio de nota final de reprobado superior a cinco garantiza el derecho a un examen extra llamado suficiencia. No sé quien inventó ese nombre, pues la palabra suficiencia es sinónimo de pedantería, de engreimiento y de, paradójicamente, capacidad. 


No fue en la FIA. Fue en Ciencias Naturales. Después de acabados mis estudios de ingeniería, y como una forma de auto-prepararme para estudios de posgrado, decidí que era bueno para mis aspiraciones estudiar la licenciatura en Matemáticas. Fue una de esas asignaturas la que me llevó a casi reprobar mi primera asignatura. 

Poco antes de la vacación de diciembre recibí el resultado de reprobado. Ese resultado fue el producto de la combinación de muchas variables. Un profesor primerizo que apenas controlaba el tema agregó desanimo a mi trabajo como estudiante. También, debo reconocerlo, mi pobre implicación en el desarrollo de aquella asignatura fue el factor determinante. 

Suficiencia fue programado para la vuelta de vacaciones, en el mes de enero. Me dije a mi mismo que la motivación de estudiar matemáticas no era un título sino aprender y aprender como forma de prepararme para otro reto más grande. El resultado de aquella prueba tuvo un final feliz. Superé el examen de suficiencia.

viernes, 17 de junio de 2016

Umbral: 6.0

6.0 es el umbral que define dos estados. Debajo de eso estás reprobado. Arriba: aprobado. Es solo un número y sin embargo, en la psique de nuestros alumnos significa muchas cosas. Para algunos es un número del cual lucharan por distanciarse. Para otros, es un número el cual intentarán alcanzar. Mismo número, dos enfoques diferentes.


Ayer por la mañana se me acercaron un par de estudiantes que estaban a una décima de alcanzar ese número, ese umbral. Uno de ellos, visiblemente incomodo, visiblemente avergonzado. No encontraba la manera de pedirme que lo sacara de esa situación. Situación provocada, probablemente, por creer que puedes conformarte con el mínimo: con el umbral. Para superar el mínimo este joven necesitaba nada más que obtener poco más de dos puntos en su examen final.  Y ese fue su error: apostar por el mínimo.

No se puede pensar en sacar adelante a esta sociedad si nuestras aspiraciones se reducen a cumplir con el mínimo. Esta sociedad saldrá adelante si somos más ambiciosos en nuestras metas. El mínimo es una línea base, una referencia que hay que superar. Y superar con distancia. Nuestra meta debe ser apuntar a lo más alto. A alcanzar el máximo.

  

sábado, 11 de junio de 2016

Petrov

Sus antiguos amigos aún le llaman Petrov. Un nombre que hace referencia a su pasado de alcohólico. Entiendo que Petrov hace años que se alejó de la bebida y de los amigos que la incitaban.  Ahora Petrov se toma la vida con mucha calma. Petrov quizá fue de aquellos que vio la muerte muy de cerca. Ahora vive cada día como si fuera el último, sin prisas. Petrov aún sigue siendo profesor.


Casi cada semana me encuentro a este colega paseando en solitario. Únicamente solemos intercambiar un amistoso saludo. Sin embargo, recuerdo aquel día que nos entrecruzamos. Durante más de cinco minutos coincidimos en la misma ruta. Aquella casualidad permitió que por primera vez intercambiáramos algunas palabras. Se quejó de la deficiencia del estudiante que accede a la universidad. Para ilustrar su punto de vista me hizo un símil. Se comparó asimismo con una cortadora textil del tipo industrial, de esas que usan en las grandes naves textiles salvadoreñas. Por supuesto, el estudiante era la materia prima. La tela que había que moldear.  Según él, una tela que al primer contacto con la cortadora se hacía trizas. 

Me dije a mi mismo: ahora entiendo cuál es el mecanismo de protección de esta persona: "La culpa no es mía, la culpa es de los que vienen a mí con la mala calidad de una retazo de tela."  

jueves, 9 de junio de 2016

Neuronas y nervios

Fue a finales del año pasado. Observando como se extendía ad infinitum el ciclo II/15, publiqué un comentario en una red social. El aluvión de respuestas que recibí me dejó sorprendido. La mayoría provenía de exalumnos que ya no tenían las ataduras que impone el miedo. Con la libertad de quien ya no tiene que rendir cuentas a nadie reflexionaron sobre sus propias experiencias. Uno de los comentarios se me quedó metido en la cabeza. Lo realizaba uno de nuestros mejores estudiantes que ahora mismo acaba de terminar un doctorado en Suecia: "Salir [graduado] de la EIE sigue siendo un asunto de nervios más que de neuronas."


Hacia finales del mes de enero, del siguiente año, cuando el ciclo de 16 semanas se había extendido ya a la semana 25 publiqué otro comentario en la misma  red social. El número de respuestas fue aún mayor. De igual manera quienes opinaban eran nuestros graduados. Casi todos coincidían que la pobre o ninguna organización de las actividades académicas tiene un impacto negativo muy grande en el rendimiento del estudiante. Tal como lo dijo nuestro exalumno, acabar una carrera se vuelve una cuestión de nervios y no tanto de neuronas.

sábado, 4 de junio de 2016

Encarando la adversidad (II)

Esta semana platicábamos uno de mis estudiantes y yo sobre su experiencia como estudiante de la FIA. Con mucha reflexión, me explicó como fue su recorrido por nuestro envejecido plan de estudio. Me llamó la atención cuando dijo que le llevó 5 años superar el área básica.  Un lustro estudiando matemática y física suena desproporcionado, aquí en El Salvador y en cualquier otro sitio. Luego, ha tenido que pasar otro lustro para acabar la carrera. En suma, una década para obtener el grado profesional que lo acreditará como ingeniero.


El caso del citado joven, parecería el caso de alguien que se tomó de manera relajada sus estudios. Que vino a la facultad  a vivir la vida alegre y que dedicó la mayor parte de su tiempo al ocio. Nada más alejado de la realidad. Su caso es el caso del estudiante normal, que quiere aprender, que se acuesta y se levanta pensando en su carrera, que cada vez que se realiza una actividad extracurricular se apunta y participa. Que vive cada día para culminar su sueño: tener una profesión y una vida digna.

Analizando los números de los jóvenes que entraron junto con él, vemos lo siguiente: Los mejores de su promoción apenas se graduaron hace dos años (2014), Solo 14 han obtenido el título (de 98 que entraron en San Salvador, 32 en Santa Ana y 12 en San Miguel). En resumen este estudiante está en el "top ten". Dentro del diez por cierto que obtendrá su título en menos de una década. ¿No parece evidente que hay problemas con nuestros planes de estudio y con nuestras instituciones? Estudiantes de tiempo completo que navegan el área básica cursando una o dos materias al año debido a, entre otras cosas, la rigidez de nuestros planes de estudio.  


jueves, 2 de junio de 2016

Encarando la adversidad (I)

Esta semana organizamos una charla para nuestros estudiantes de cuarto año. Como expositor tuvimos a uno de nuestros ex-alumnos más brillantes. A manera de introducción nos contó como surgió su interés por estudiar fenómenos que competen al campo de la bio-electricidad. Brevemente, a su manera, describió que su interés nació de la casualidad. Durante seis ciclos había encadenado una envidiable sucesión de éxitos académicos. Su expediente estaba inmaculado. Él y media docena más de compañeros encabezaban un selecto grupo que habían dejado muy atrás al pelotón de estudiantes que aún luchaba por mantenerse en la carrera. Pero, en el séptimo ciclo, una sucesión de variables, le condujo a reprobar su primera asignatura.

Reprobar una asignatura para más del 95% de los estudiantes de esta facultad no es una gran tragedia. Es, diríamos, casi la norma. Por ello, al observar las caras de los estudiantes que escuchaban la introducción de nuestro conferenciante, noté que no producía asombro alguno. Sin embargo, para él aquello significó la pérdida de una recién concedida beca. Aquella beca pudo haber quitado presión económica a la familia que hacía enormes esfuerzos por mantenerle estudiando.  

Debido al sistema rígido de prerrequisitos que caracterizan nuestros planes de estudios, suele darse la situación de que estudiantes de tiempo completo que tienen algún traspié se encuentran en la situación de casi  no poder inscribir asignaturas. Sin embargo, desde hace algunos años a esta parte, a solicitud mía, se introdujo la posibilidad de poder cursar asignaturas de libre elección teniendo como único prerrequisito un número limitado de unidades valorativas. Y fue aquí donde la historia de nuestro conferenciante y la mía se entrecruzaron. 

Llevando seis asignaturas durante su décimo ciclo pudo haber egresado en su tiempo. Pero nuevamente se le puso otro obstáculo. La administración, la burocracia no le dejó. Esto a pesar de que no pedía nada gratis. Solo quiso la oportunidad de probar que hay estudiantes que luchan, que no se amilanan, que están hechos de buena madera, que quieren terminar cuanto antes sus estudios y que quieren pasar a formar parte de la economía que mueve a este país.