La semana pasada me enteré de que, como un milagro de resurrección política, se había resucitado a uno de los aspirantes al cargo de rector. No puedo decir que me sorprendió la noticia. Toda esta situación que se ha montado en relación a la elección de autoridades centrales ha sido propiciada precisamente para que ese candidato pudiese, primero, entrar en la contienda y, por supuesto, según su propia aspiración, hacerse con la rectoría.
Sin embargo, reflexionando sobre cómo ha funcionado la institución que lleva el tema electoral, creo que el nuevo candidato no tiene otro futuro más que convertirse en candidato zombi. El ambiente esta tan polarizado que, aunque desplazase a la ganadora de la mayoría de elecciones, nunca alcanzará los votos para llegar a ser rector. Esta situación ya la hemos atestiguado de primera mano con la elección para el cargo de vicerrector administrativo. En primera votación quedó definido candidato único. Luego se han sucedido casi una docena de elecciones. Al final, se ha convertido al candidato único al cargo de vicerrector administrativo en candidato zombi: Muy maltrecho como para poder ganar, pero demasiado tarde como para ignorar que es candidato único.
Tal como se observa el panorama, el candidato a vicerrector académico parece que correrá la misma suerte. Y, tristemente, quizá pase lo mismo con el cargo a rector.
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