En esta lluviosa noche del mes de octubre dejaré que mi estado de ánimo se intoxique un poco con las palabras del poeta William Ernest Henley y su poema invictus. En su primera estrofa dice así:
Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo insondable,
doy gracias a cuales dioses fuere
por mi alma inconquistable.
El poema dio también título a una película sobre el líder sudafricano Nelson Mandela. El poema es muy pequeño, en su última estrofa cierra de una manera brutal:
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
Toda una pieza de intoxicación que alimenta el espíritu y la soberbia humana.
Efectivamente, Carlos, se puede ver el poema desde el punto de vista de la superación, de quien, a pesar de las adversidades (e incluso la pérdida de libertad), puede seguir siendo dueño de sí; o de la pura soberbia, de quien cree que todo está en sus propias manos. El poema es un buen punto de entrada para una reflexión sobre la ambivalencia del ser humano, su grandeza y su miseria.
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