sábado, 11 de marzo de 2017

Bruja, Loca y Zorra

No hace muchos días me encontré platicando con otros dos compañeros sobre una situación que estaba apunto de precipitarse: la renuncia de una colega a uno de los innumerables comités que existen dentro de la universidad. Uno de estos colegas repitió uno de los epítetos que los compañeros de comité le habían endilgado: Loca. Las mujeres que opinan corren el riesgo de ser tildadas de locas.  Salí al paso y le defendí pues sabía de que iba aquello, minimizar la capacidad intelectual de una mujer mediante el uso de un adjetivo que ridiculiza su inteligencia. Las mujeres que escalan peldaños en la sociedad tienen que hacer frente a la continua descalificación a su inteligencia (loca), a sus habilidades sociales (bruja) y a su integridad moral (puta). 

Esta semana se celebró el día internacional de la mujer. En una reunión de trabajo, de primera mano vi como aquellos que día a día descalifican a compañeras se convertían durante ese día en refinados lisonjeros. Uno de ellos, patéticamente, se dedicó a repartir flores. El respeto a nuestras compañeras, a nuestras colegas y a nuestras estudiantes no se otorga repartiendo flores. Esa acción no fue solamente cursi, al pretender ser elegante, sino que fue hasta deleznable.  

No importa el idioma las descalificaciones sexistas son armas arrojadizas. No importa si es una profesora de universidad o la primer ministro de un país tan avanzado como Australia. Ditch The Witch, "entierren a la bruja" fue la campaña que algunos sectores de la oposición australiana hicieron a Julia Gillard. En respuesta Gillard, desde sus entrañas, produjo uno de los discursos más emotivos y más broncos en defensa de los derechos de las mujeres

La igualdad no es fácil de alcanzar. Nadie dijo que lo fuera. Sin embargo, si sabemos diferenciar entre el esfuerzo diario por construir una sociedad más igualitaria y el acto patético de repartir flores habremos dado un paso importante.

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