viernes, 9 de septiembre de 2016

Los emails de Hillary

Resulta difícil no seguir lo que sucede en la campaña electoral de nuestro gran vecino del norte. Por una parte está el nombre de una mujer que, junto a su marido, ha dedicado su vida a la política. Por otra parte está un multimillonario demagogo. Como sucede en toda campaña electoral, el calor de la contienda exacerba los ánimos y hace que los contendientes se enfoquen en las miserias de unos y otros. 

Sobre la señora Clinton se explota su descuido en cuanto a uso de su correspondencia electrónica. De manera recurrente ese tema aparece una y otra vez. Además, su adversario ha amenazado a sacar a relucir los problemas de faldas que durante toda su vida tuvo su marido. Y así, nuevamente, quedará patente lo de siempre, es decir, que el aumento del calor de la campaña se traduce en una reducción en la inteligencia humana. La competencia por un cargo genera muchas fricciones. Son pocas las sociedades o los grupos sociales que tienen la capacidad de no verse embrutecidos por la rivalidad de sus representantes. Ambas partes se atacan tirándose peste y al final los más ignorados se vuelven aquellos a los que se debería ayudar. 

Resulta difícil ignorar lo que en pequeño, en materia de elecciones, produce la UES. Transcurrido ya un año de que se realizaron elecciones por el cargo de rector resulta que aún no hay ganador. Y probablemente, nunca lo habrá. Como miembros de la misma comunidad (la universitaria) hemos sido capaces de reproducir las miserias de una elección: dos candidatos y dos grupos cuestionándose mutuamente. Y sin embargo, solo hemos conseguido entrampar el proceso electoral hasta un punto donde, parece, ya no hay salida.


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