Llegar a Valencia siempre es una experiencia sublime. No importa si es por tren o por avión. Suelo intentar imaginar cómo a mi mujer se le superponen las emociones al reencontrarse con su familia, con los suyos. Llegar por avión, tiene detalles diferentes a llegar por tren. Desde el aire se puede apreciar, desde la altura, muchísimos detalles de esta comunidad y su hábitat: Sus parques naturales, su lago, sus cultivos y la ciudad. Luego está el reencuentro, la curiosidad por los cambios. El viaje en coche desde el aeropuerto hasta casa. La ansiedad por saber que ha pasado durante la ausencia. La cara pegada a la ventanilla para tratar de identificar cambios. Y, ahí, uno de ellos muy evidente: Las banderas rojo amarillo de España. Sin poder evitarlo, mi mujer suelta la frase: Veo muchas banderas españolas! Inmediatamente, recibió como respuesta: ¿Porqué no? Y ahí acabo el intercambio de ideas, la felicidad del reencuentro no daba para detenerse a discutir temas complicados.
Pero no he podido quitar de mi cabeza aquella escena. Es evidente el gran número de banderas españolas que cuelgan de los balcones de muchos apartamentos. Las reivindicaciones nacionalistas ya no se disimulan. El despliegue de la bandera española como símbolo de un nuevo nacionalismo emergente: el nacionalismo español en contraposición al nacionalismo catalán. No hace mucho, desplegar una bandera española era sinónimo de ser facha, es decir, fascista vamos. Ahora, aquí en Valencia, es sinónimo de anti catalanismo, del que quiere la independencia.
En cada una de las reuniones que he participado ha surgido el tema del independentismo Catalán. De lo que he observado se ha impuesto una caricatura del problema, una simplificación que no permite ya reflexionar. Y ahí es donde las banderas ayudan a empeorar el problema, pues, con el simple hecho de desplegar una la gente se identifica automáticamente con un bando. Dando portazo con ello a siquiera tratar el tema. La brecha entre independentistas y no independentistas es ya muy grande, algunos creen que ya es insalvable.
Como una manera de mostrar optimismo dentro del problema del independentismo catalán pienso en Bélgica, un país partido por la mitad (Flandes y Valonia). A veces parece que bélgica se romperá en cualquier momento, pero las fuerzas internas y externas son siempre mayores y el país encuentra la manera de seguir unido. Quizá lo mismo suceda con los catalanes y el resto de España. Habrá que encontrar la manera de no tensar demasiado la cuerda y dejar abiertos puentes de diálogo. No vaya ser que aquí, con el humor tan visceral hispano, la cosa si acabe rompiéndose.
Pero no he podido quitar de mi cabeza aquella escena. Es evidente el gran número de banderas españolas que cuelgan de los balcones de muchos apartamentos. Las reivindicaciones nacionalistas ya no se disimulan. El despliegue de la bandera española como símbolo de un nuevo nacionalismo emergente: el nacionalismo español en contraposición al nacionalismo catalán. No hace mucho, desplegar una bandera española era sinónimo de ser facha, es decir, fascista vamos. Ahora, aquí en Valencia, es sinónimo de anti catalanismo, del que quiere la independencia.
En cada una de las reuniones que he participado ha surgido el tema del independentismo Catalán. De lo que he observado se ha impuesto una caricatura del problema, una simplificación que no permite ya reflexionar. Y ahí es donde las banderas ayudan a empeorar el problema, pues, con el simple hecho de desplegar una la gente se identifica automáticamente con un bando. Dando portazo con ello a siquiera tratar el tema. La brecha entre independentistas y no independentistas es ya muy grande, algunos creen que ya es insalvable.
Como una manera de mostrar optimismo dentro del problema del independentismo catalán pienso en Bélgica, un país partido por la mitad (Flandes y Valonia). A veces parece que bélgica se romperá en cualquier momento, pero las fuerzas internas y externas son siempre mayores y el país encuentra la manera de seguir unido. Quizá lo mismo suceda con los catalanes y el resto de España. Habrá que encontrar la manera de no tensar demasiado la cuerda y dejar abiertos puentes de diálogo. No vaya ser que aquí, con el humor tan visceral hispano, la cosa si acabe rompiéndose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario