domingo, 31 de diciembre de 2017

Recuerdos de andalucía

Mi primera estancia en España fue como estudiante de intercambio y la realicé en la Universidad de Almería, el programa nos hospedó en un albergue administrado por el gobierno andaluz, la Junta de Andalucía. Nuestro grupo de becarios estaba conformado por estudiantes y por profesores de universidades latinoamericanas. A los que íbamos bajo la categoría de estudiantes nos metieron en habitaciones compartidas. A los profesores les dieron habitación individual. El albergue era un proyecto del gobierno andaluz que subsidiaba la vivienda a estudiantes y, además, daba acogida a estudiantes y a profesores visitantes. 

Campus de la Universidad de Almería, España.

Además de los estudiantes andaluces identifiqué entre los huéspedes a un grupo de jóvenes africanos. Al igual que los que habíamos llegado procedentes de la américa hispana los africanos se movían también dentro de su propia tribu. En general los jóvenes andaluces fueron muy abiertos y amigables. Para el corto tiempo que nos movimos entre ellos recuerdo que pudimos entablar empatía con muchos de ellos. Sin embargo, noté que el grupo de jóvenes africanos lo tenía más difícil. Su comportamiento era más huraño y la barrera del idioma hacía mucho más difícil entablar un tema de conversación. Ellos no tenían vínculo alguno con la universidad y nuestros esporádicos encuentros se reducían al comedor o a algunos de los salones destinados a la recreación. 

A manera de detalle había llevado conmigo algunos souvenir que pensé regalar a mis colegas españoles. Desde El Salvador, llevé conmigo llaveros y algunas muestras de artesanía en madera. Mi idea era ofrecerlos como  símbolo de amistad a mis colegas universitarios, pues, después de todo, estaban obligados a recibirnos y a atendernos como sus iguales. Sin embargo, transcurrieron las semanas y la empatía con ellos nunca floreció. Los profesores y los becarios se mostraron siempre muy ocupados. Fueron siempre muy educados pero nunca tuvieron tiempo, como tampoco la curiosidad, de conocernos y ni mucho menos de echar a andar algún plan de trabajo. Básicamente nos abandonaron a nuestra suerte. 

Quizá fue el hecho de ver que se agotaba el tiempo de mi estancia en el albergue y que volvería a El Salvador  lo que me hizo acercarme al grupo de jóvenes africanos. Les pregunté de dónde eran y que hacían ahí. Me resultó difícil entender su historia, mi bajo nivel de inglés y su fuerte acento africano hicieron casi imposible el que yo pudiese entender un concepto nuevo: el del joven inmigrante ilegal africano. En un principio ni ellos ni yo encontrabamos un punto en común sobre qué hablar. Uno de ellos, originario de Liberia, fue el que se mostró más desinhibido al hablar. Recordé que de ese país era originario uno de los grandes futbolistas de ese año. Aún puedo recordar como sus ojos se crecieron y se hicieron más brillantes cuando me oyó pronunciar el nombre de su ídolo, George Weah.

Mientras conversaba recordé que llevaba encima mis souvenir. Sin dudarlo les regalé todos los recuerdos que en un principio había pensado regalar a mis compañeros españoles. Nunca volví a saber más  de los jóvenes africanos como tampoco de mis colegas almeriences. Poco después de hablar con ellos fueron trasladados a otro sitio. Nunca supe si fueron deportados a sus países o si se les confirió algún tipo de residencia en España. Simplemente desaparecieron y pasaron a formar parte de mis recuerdos por tierras andaluzas. 

domingo, 17 de diciembre de 2017

Veo muchas banderas españolas, en España

Llegar a Valencia siempre es una experiencia sublime. No importa si es por tren o por avión. Suelo intentar imaginar cómo a mi mujer se le superponen las emociones al reencontrarse con su familia, con los suyos. Llegar por avión, tiene detalles diferentes a llegar por tren. Desde el aire se puede apreciar, desde la altura, muchísimos detalles de esta comunidad y su hábitat: Sus parques naturales, su lago, sus cultivos y la ciudad. Luego está el reencuentro, la curiosidad por los cambios. El viaje en coche desde el aeropuerto hasta casa. La ansiedad por saber que ha pasado durante la ausencia. La cara pegada a la ventanilla para tratar de identificar cambios. Y, ahí, uno de ellos muy evidente: Las banderas rojo amarillo de España. Sin poder evitarlo, mi mujer suelta la frase: Veo muchas banderas españolas! Inmediatamente, recibió como respuesta: ¿Porqué no? Y ahí acabo el intercambio de ideas, la felicidad del reencuentro no daba para detenerse a discutir temas complicados.


Pero no he podido quitar de mi cabeza aquella escena. Es evidente el gran número de banderas españolas que cuelgan de los balcones de muchos apartamentos. Las reivindicaciones nacionalistas ya no se disimulan. El despliegue de la bandera española como símbolo de un nuevo nacionalismo emergente: el nacionalismo español en contraposición al nacionalismo catalán. No hace mucho, desplegar una bandera española era sinónimo de ser facha, es decir, fascista vamos. Ahora, aquí en Valencia, es sinónimo de anti catalanismo, del que quiere la independencia.

En cada una de las reuniones que he participado ha surgido el tema del independentismo Catalán. De lo que he observado se ha impuesto una caricatura del problema, una simplificación que no permite ya reflexionar. Y ahí es donde las banderas ayudan a empeorar el problema, pues, con el simple hecho de desplegar una la gente se identifica automáticamente con un bando. Dando portazo con ello a siquiera tratar el tema. La brecha entre independentistas y no independentistas es ya muy grande, algunos creen que ya es insalvable.

Como una manera de mostrar optimismo dentro del problema del independentismo catalán pienso en Bélgica, un país partido por la mitad (Flandes y Valonia). A veces parece que bélgica se romperá en cualquier momento, pero las fuerzas internas y externas son siempre mayores y el país encuentra la manera de seguir unido. Quizá lo mismo suceda con los catalanes y el resto de España. Habrá que encontrar la manera de no tensar demasiado la cuerda y dejar abiertos puentes de diálogo. No vaya ser que aquí, con el humor tan visceral hispano, la cosa si acabe rompiéndose.

Eh, ahí está tu amigo!

Suelo presumir de lo poco que me afecta el jet lag, es decir, el ajustar el reloj biológico al cambio de hora cuando se realiza un viaje de avión con muchos usos horarios. Mi técnica consiste en conseguir dormir lo más posible durante el viaje. Pero nadie en su sano juicio debería de presumir de superpoderes, capaces de controlar la biología de su propio cuerpo. Y ahí, el segundo día después de haber cruzado el atlántico, echado en el sofá me encontraba viendo la tele junto a mi suegro, mientras salían las noticias, yo luchaba por mantenerme despierto. Luchaba por mantener el control de mi cerebro, parte de él simplemente se apagaba. Una pequeña parte del cerebro hacia un esfuerzo enorme por concentrarse en el telediario de la noche. En medio de esa batalla, oí que mi suegro gritaba señalándome la tele: ahí está tu amigo. Al no observar respuesta en mi, pero identificando algunos signos vitales que daban muestra que estaba con vida, volvió a la carga, tratando de llamar mi atención me espetó: oye, ahí está tu amigo.


Mi amigo, según mi suegro, el de la tele, era Pablo Iglesias o como se le conoce en casa: El Coletas. Pablo Iglesias es el fundador, actual secretario general, amo y señor del partido de izquierda llamado Podemos. Pablo y su partido irrumpieron en 2015 representando una izquierda joven, populista, beligerante y, quizá, demagoga. Su movimiento, como fenómeno social, me sorprendió mucho. Tanto que, aprovechando mi estancia en España durante las navidades de 2015, habiendo elecciones presidenciales, le pedí a mi mujer me acompañase a un mitin de Podemos. De aquello hace ya dos años. De aquella fecha a esta parte mucho ha cambiado el escenario político español. Por una parte, mi amigo, como me lo etiquetó mi suegro, se ha consolidado como actor político. Por otra parte, los problemas de actualidad de la sociedad española son muy diferentes.

En 2015 el tema de primera plana era la corrupción, el desempleo y la irrupción de dos nuevos movimientos políticos, liderados por treintañeros. Hoy, en 2017, el tema principal es  el nacionalismo catalán. Y no es para menos, de su solución dependerá que mejore la convivencia de los ciudadanos que conforman este país.

Al igual que hace dos años, llego a España en medio de unas elecciones. Estas no son generales sino locales, celebradas de manera forzada en la comunidad autonómica de Cataluña. Sin embargo, la cobertura mediática equivale a las de unas elecciones generales. El sentimiento que me encuentro aquí en casa es de enfado hacia los nacionalistas catalanes. Un enfado que no escucha razones. Un enfado, diría yo, del tipo peligroso. De aquel que cierra las puertas del diálogo y que no ve más allá que el aplastamiento del adversario, convertido ya en enemigo. No importa cuál sea el resultado de esas elecciones, la brecha que abrieron los políticos es ya muy grande. Familias, amistades y relaciones rotas. Ese es el balance dejado por el procés

sábado, 16 de diciembre de 2017

Retomando la tarea de escribir

Parecería que escribir fuese una tarea sencilla. Sin embargo, no lo es. Si fuese sencillo estaría rodeado de autores de libros. Todo lo contrario, apenas conozco algunos. Como una manera de forzarme a escribir, decidí mantener vivo este blog. Y desde el mes de junio que, hace cinco meses ya, no escribo nada. Escribir es una disciplina en si misma. Por una parte, nos obliga, como quien hace deporte, a enfocarnos en una tarea concreta. Por otra parte, como el atleta, escribir nos exige a estar en forma. Si se pierde la disciplina, se pierde la forma, y retomar el ritmo requiere de un esfuerzo tremendo.


Fueron varios lo hechos que me llevaron a suspender mis entradas a este blog. No fue pereza, ni mucho menos. Han sido una cadena de eventos que exigieron de mucha escritura, del tipo legal en algunos casos.  Esos eventos aún no han sido superados, todo lo contrario, creo que irán in crescendo, pero haré un nuevo esfuerzo por seguir escribiendo y publicando entradas en este blog. Esa es una de mis promesas para este nuevo año, el continuar publicando entradas. Los temas serán siempre los mismos, es decir, mi punto de vista sobre el ser humano, la sociedad, las instituciones, y la vida misma. Nada especial, solo mis propias reflexiones. 

Aún no tengo claro, si podré mantener el ritmo mínimo que me había impuesto, es decir, una entrada por semana. Pero mi propósito será ese no perder el ritmo, mantenerme activo, compartir de manera abierta mis puntos de vista.