Durante casi una década pagué una visita anual al cementerio de Armenia, Sonsonate. Ahí yace enterrada mi tía mercedes, lo más cercano que tuve a una madre. Lo hacía con el ánimo de ver a los vivos, es decir, a mis primos. Aún recuerdo la última vez que acudí al cementerio. Llegué desvelado. La noche anterior me había ido de fiesta y apenas había dormido. A unos diez metros de la humilde tumba de mi tía había una más elegante, ya debidamente limpiada. Mis primos no llegaban y el sueño empezó a apoderarse de mi. Cedí y decidí acostarme sobre aquella tumba que había llamado mi atención. Cogí mi acostumbrada pose de momia egipcia, con las manos entrecruzdas sobre el pecho y me quedé inerte. No sé cuánto dormí. Fueron minutos o fueron horas, no lo sé. Cuando desperté, me asustaron todos los cambios que se me vinieron encima. La luz era muy molesta, pues el sol del medio día estaba ya sobre mi cabeza. Asustaba la aparición de nuevas tumbas que, como efecto de la limpieza que hacían las personas, de repente habían surgido. El ambiente se había vuelto ruidoso debido a los borrachos que ofrecían sus servicios de limpieza. Todo me llegó de golpe.
Cuando fui capaz de recuperarme giré mi mirada hacia la tumba de mi tía. Ahí estaban mis primos. Esperé un poco para reponerme completamente y me dirigí hacia ellos. Los increpé de por qué no habían ido a despertarme y me respondieron que me habían confundido con uno de los borrachos que andaban por ahí. Ya no puedo recordar de qué hablamos. Supongo serían los temas de siempre, de otros familiares, de amigos del pasado y de las cosas cotidianas de la vida.
Mi viaje al extranjero interrumpió aquella rutina anual. Los años que viví fuera crearon un parentisis que ya no volvió a cerrarse. La memoria de mi tía está y estará siempre conmigo. La llevo en lo más profundo de mi y es, por así decirlo, parte de mi ADN de vida. Mis idas al cementerio eran para mantener el contacto con los que compartí mi niñez. El contacto con los vivos. Ahora tengo un nuevo enfoque de vida. A los vivos mejor hay que verlos en cualquier lugar y no en un cementerio.
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