Han sido ya varias veces las que he usado la foto de Usain Bolt. Casi siempre en esa pose donde, después de finalizada una carrera, se inclina hacia atrás apuntando al público con el dedo índice de su mano izquierda y amagando con el índice de su mano derecha. Particularmente, recuerdo una vez donde un grupo de estudiantes de la UES y de la ESEN, exbecarios de un programa de USA llamado SUSIs, me pidieron que les impartiera una charla de motivación sobre temas de liderazgo y superación personal.
Aquella invitación me pareció curiosa. En primer lugar, mis charlas habían sido sobre algún tema técnico. En segundo lugar, el perfil de aquel joven que se encargó de invitarme era el del activista inescrupuloso que recibe favores, como premio lo habían colado a un viaje a USA. También, me resultaba difícil de comprender cómo estudiantes de la ESEN, que tienen a líderes como la familia Poma, solicitaran a mi persona una charla de ese tipo. Sin embargo, acepté el reto.
Valió la pena aceptar el reto. Mi mensaje fue muy simple: Usain Bolt, como cualquier atleta de alto rendimiento, se levanta cada día a entrenar con un objetivo firme: ganar. Cualquier sentimiento de flaqueza debe ser superado por la ambición de alcanzar la meta. Para alcanzar esa meta hay una serie de pasos y de pequeños objetivos a cumplir. Los más pequeños y, quizá, los más importantes son los de cada día. Cada día se levanta y se vive con espíritu de competir, de querer ganar, de querer ser excelente.
De todos los que me oyeron hablar, sentí que el mensaje resonó más en los oídos de los alumnos de la ESEN. Supongo que ellos están acostumbrados a oír que serán los que se comerán el mundo. Ellos serán los que dirijan y los que accedan a los mejores puestos de trabajo.
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