viernes, 26 de agosto de 2016

La importancia de la asesoría

La falta de asesoría al estudiante de como navegar por la vida universitaria es evidente. Poco o nada hace la universidad por apoyarle. Solo aquellos que cuenten o que desarrollen su inteligencia social podrán sobrevivir nuestro imbricado sistema. Y digo inteligencia social por usar un término técnico de la psicología. Quizá son nuestros estudiantes primerizos los qué más ayuda necesiten pero de mi experiencia noto que, incluso aún, los que ya están haciendo el papeleo para graduarse necesitan orientación y palabras de ánimo. 


Esta semana tuve algunas conversaciones con un par de estudiantes que les falta casi nada para terminar la carrera. El número de asignaturas que les queda por cursar se puede contar con los dedos de una mano. Y sin embargo, los vi desorientados en cuanto a qué hacer para acabar tan pocas materias en el menor tiempo posible. Parece absurdo, ¿No? Con tan pocas materias, para un estudiante de tiempo completo, es cuestión de un ciclo académico ¿O, no? Pues la respuesta es no. Hay en marcha un sistema burocrático que, desde la concepción misma de nuestros planes de estudio, conspira por hacer permanecer a nuestros jóvenes mucho más tiempo del necesario.

La falta de asesoría es un problema grave. Pero más grave aún es la mala asesoría. Buscando ayuda, uno de estos chicos solicitó la asistencia de un colega. La orientación que recibió fue la siguiente: Tres ciclos académicos para cursar cuatro asignaturas. Hay que matizar que el caso de este joven tiene sus complicaciones. Pero la solución que le plantearon me parece, cuando menos, descabellada. Esa solución proviene de alguien que tiene su vida resuelta y que le da igual retener en la universidad a un joven nueve o doce años.

De mi conversación con aquel joven le dejé clara mi posición de que, al ser estudiante de tiempo completo, es muy importante terminar cuanto antes sus estudios. El no hacerlo significa un gran costo para él como individuo, para su familia que lo apoya, para la sociedad que subvenciona su educación y para las arcas públicas que no se benefician de no incorporar a la economía a una persona con mucho potencial.




jueves, 18 de agosto de 2016

Usain Bolt

Han sido ya varias veces las que he usado la foto de Usain Bolt. Casi siempre en esa pose donde, después de finalizada una carrera, se inclina hacia atrás apuntando al público con el dedo índice de su mano izquierda y amagando con el índice de su mano derecha. Particularmente, recuerdo una vez donde un grupo de estudiantes de la UES y de la ESEN, exbecarios de un programa de USA llamado SUSIs, me pidieron que les impartiera una charla de motivación sobre temas de liderazgo y superación personal.  


Aquella invitación me pareció curiosa. En primer lugar,  mis charlas habían sido sobre algún tema técnico. En segundo lugar, el perfil de aquel joven que se encargó de invitarme era el del activista inescrupuloso que recibe favores, como premio lo habían colado a un viaje a USA. También, me resultaba difícil de comprender cómo estudiantes de la ESEN, que tienen a líderes como la familia Poma, solicitaran a mi persona una charla de ese tipo. Sin embargo, acepté el reto.

Valió la pena aceptar el reto. Mi mensaje fue muy simple: Usain Bolt, como cualquier atleta de alto rendimiento, se levanta cada día a entrenar con un objetivo firme: ganar. Cualquier sentimiento de flaqueza debe ser superado por la ambición de alcanzar la meta. Para alcanzar esa meta hay una serie de pasos y de pequeños objetivos a cumplir. Los más pequeños y, quizá, los más importantes son los de cada día. Cada día se levanta y se vive con espíritu de competir, de querer ganar, de querer ser excelente.  

De todos los que me oyeron hablar, sentí que el mensaje resonó más en los oídos de los alumnos de la ESEN. Supongo que ellos están acostumbrados a oír que serán los que se comerán el mundo. Ellos serán los que dirijan y los que accedan a los mejores puestos de trabajo. 

sábado, 13 de agosto de 2016

Back to School

Hace unas semanas platicaba con un colega que trabaja a tiempo parcial como profesor. Platicar con él suele ser muy instructivo pues permite verme desde fuera. Me transmite el punto de vista de cómo nos ven desde la calle. Resulta casi inevitable hablar de la incompetencia de muchos de los dirigentes que la universidad tiene al frente. Sin embargo, hubo algo positivo dentro de aquella conversación. El comentario iba en el sentido de que la escuela de ingeniería eléctrica se había hecho más amigable. Con ello, entendí que quiso decir que su profesorado tiene un poco más de cercanía con el alumno.


Como hombre de números me gusta cuantificar todo. Resulta casi imposible medir aquello de ser más o menos amigable. A pesar de ello hay cosas que no se pueden ignorar. Atrás quedaron aquellos años donde, en tercero y cuarto año de carrera, abandonaban por decenas. En su mayoría, muchos de estos alumnos se iban a terminar la carrera a una universidad que está muy cerca de la iglesia Don Rúa. También, otro indicador que me llama la atención es que algunos de los que abandonaron y que no pudieron continuar con sus estudios, porque no tenían más que ponerse a trabajar, están volviendo. Aún son muy pocos, quizá uno cada año. En general, estos casos les queda menos de diez materias y alguna de ellas corresponde a una de esas asignaturas "yuca".

No es sencillo reincorporarse a la universidad después de haber dejado de estudiar. Se pierde la disciplina y es muy difícil enfocarse en la rutina de prepararse para exámenes, asistir a clases, hacer los laboratorios y entregar las tareas.  Además, la universidad no está preparada para orientar a estudiantes reincorporados. Es más no está preparada para dar orientación incluso a los que están aquí con nosotros y son estudian 24/7.

A aquellos que se han animado a volver solo puedo desearles suerte. Y a los que ya están en la carrera solo puedo pedirles que saquen las fuerzas para acabar cuanto antes. No es nada fácil retomar los estudios una vez se han abandonado. 

jueves, 4 de agosto de 2016

En defensa del ocio

El filósofo vasco Fernando Sabater publicó hace pocos días un ensayo defendiendo el ocio. En su ensayo hacía referencia a la peculiar necesidad de disculpar cualquier palabra que haga referencia a la interrupción del trabajo: sana diversión, merecidas vacaciones, descanso reparador, etcétera. Esos matices a los sinónimos del ocio tienen por objetivo no escandalizar a aquellos moralistas que asocian el ocio con vagancia. 

Si nos atenemos a la tradición judeo-cristiana el trabajo se instauró como castigo: "Te ganarás el pan con el sudor de tu frente". Sin embargo, las clases más conservadoras predican la moral del trabajo como si éste hubiese sido alguna vez beatificado.
Recuerdo aquella conversación que tuve hace ya muchísimos años con una colega. Me comentó una anécdota sin importancia pero que ilustra nuestra concepción sobre el ocio. Paseando por un centro comercial, a la distancia, vio como un grupo de estudiantes la evitaba. Su reflexión no pudo ser más acertada: ¿Porqué debería avergonzar a un joven el no estar estudiando en vacaciones? Aquella reflexión me quedó muy gravada en la memoria. No hay nada de malo en disfrutar del ocio. Irse, marcharse lejos puede ser una opción pero para aquellos que no pueden, pues, viajen dentro del interior de su cuarto y reflexionen sobre esta y única vida.