viernes, 2 de diciembre de 2016

Días de estrés y de nervios

Fue en una reunión de trabajo que oí decir que había que enseñar a nuestros estudiantes a trabajar bajo presión. Casi de manera automática otro de los participantes asintió, pues le pareció que aquella frase encerraba una verdad tan grande como un templo. Yo por mi parte me quedé callado. No tenía la energía de iniciar una discusión partiendo de una posición desventajosa. Sin embargo me quedé pensando en qué significaba aquello. Por una parte, quien soltó aquella frase podrá padecer de muchas cosas pero dudo mucho que padezca de ningún nivel de estrés. Por otra parte, los niveles de estrés y de nervios que se alcanzan cuando se es estudiante son muy altos como para querer incrementarlos aún más. 


Mucho del nivel de estrés que se ve al finalizar el ciclo académico puede ser reducido. Una parte proviene de la sobre acumulación de evaluaciones: exámenes, tareas, exposiciones, etc. Esta acumulación tiene su origen en la carencia de un programa de actividades. Es incontestable que cada asignatura tiene un programa de estudio pero su implantación en el aula requiere de la coordinación de muchos engranajes que nunca llegan a darse. Por otra parte, hasta la fecha no conozco a nadie que se haya tomado el trabajo de medir el tiempo que lleva realizar cada actividad exigida en una asignatura. De mi experiencia como estudiante de asignaturas online,  en plataformas como edX, he visto que hay un esfuerzo grande por tratar de dimensionar el nivel de exigencia de una asignatura en función del número de horas requeridas para asimilar el contenido expuesto. En esas universidades hay una búsqueda enorme por ser justo. Es decir, por asignar una carga adecuada, cuantificada en horas.

No me cabe duda que las exigencias del mundo laboral son muy duras. Las presiones del trabajo pueden ser agotadoras. Sin embargo, no por estar más estresado se será más productivo. Al final debería primar el rendimiento del trabajador en sus labores que verlo perdiendo los nervios.




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