Durante más de un cuarto de hora compartí con seis personas un reducido espacio de no más de un metro cuadrado. Íbamos literalmente suspendidos en el aire. Nos juntó un funicular. Era el último tramo de Metro Cable, empresa colombiana que gestiona el transporte público mediante un teleférico. Ese tramo conecta el último barrio de los cerros de Medellín con un parque llamado Arví. Ese parque es parte de una gran reserva natural, orgullo de todos los antioqueños. Durante ese corto tiempo, las siete personas que, apelotonadas, levitabamos sobre la naturaleza, creamos unos lazos muy fuertes de empatía.
Cuatro de ellos eran un grupo familiar. Personas muy entrañables. El padre se llamaba Bernardo y había llegado del campo a la ciudad huyendo de la guerra civil que, durante el período de distensión del presidente Andrés Pastrana, se había recrudecido con virulencia. No pasó mucho tiempo para que, de manera discreta, les preguntase cómo habían votado en el referendum recién pasado. Lo hice de forma separada, mientras hacíamos la cola para anotar nuestros nombres en una lista dispuesta para los que quisieramos una visita guiada alrededor del parque. El padre me dijo que votó al NO. No me dio tiempo de hacer más preguntas pero se notaba que deseaba explicarme sus razones. Luego pregunté a su hija qué había votado y me respondió que votó al SI. Quedé sorprendido. Padre NO, hija SI.
El paseo por el parque dio tiempo para hablar. Bernardo me explicó que mucho antes que la guerra llegase a Antioquia, él era propietario de una granja de cerdos. Cuando, aprovechando las zonas de libre circulación de guerrilleros o distensión, la guerrilla llegó a su casa y con ello empezó la extorsión. La vida se hizo insufrible. Abandonó su tierra, su hogar, el hogar de sus padres y de los padres de éstos. Cuando llegó el momento de decidir si votaba a favor del acuerdo de paz alcanzado con las FARC le pudo más su odio hacia aquellos que lo habían agredido.
Nuestra conversación empezó a tocar temas muy sensibles y, a su manera, me pidió no seguir hablando sobre ese tema. Terminamos nuestro recorrido por el parque y decidimos comer la comida que habíamos comprado al inicio de nuestro paseo. La tormenta que nos sobrevino en ese mismo instante hizo que buscáramos refugio en un pequeño techo que había por ahí. Eso ayudó a seguir creando ese ambiente amigable. Pasada la lluvia caminamos hacia la estación de Metro Cable. En un breve instante donde tuve a tiro de pájaro a padre y a hija les pregunté por qué habían votado de manera diferente. El padre se sorprendió. Siempre había creído que su hija había votado como él: NO. La hija nunca quiso contrariar abiertamente a su padre y le hizo creer que votaba como él. Sin embargo, ya no pudo ocultar sus sentimientos hacia el SI.
Ver a un padre descubrir que su hija tiene ideas políticas diferentes fue un poco fuerte. Pero, los latinoamericanos son muy buenos ocultando emociones. De manera muy espontánea aquello se disipó y pareció que tremenda diferencia de ideas era una nimiedad.