Esta semana publiqué en redes sociales un pequeño extracto de una conversación que mantuve con un estudiante, en relación a una actividad académica. Y con ello prendí la mecha en el 'face'. No hubo nada extraño en aquella conversación. Simplemente, reflejó las normas con las que se sobrevive en la universidad. Normas que, como sociedad, nosotros hemos aceptado como válidas. Parte de nuestro código genético. A eso lo he bautizado con el nombre de modo 'survivor'. A continuación el breve fragmento que publiqué en redes sociales:
---¿Porqué tengo mal la solución a mi ejercicio?, preguntó con asombro el alumno.
---¿Porqué cree usted que su solución es correcta?, respondió retóricamente el profesor.
---Pues, porque yo conseguí la solución de alguien que tuvo 10 en el examen donde estaba el ejercicio. Y, además, nadie más pudo hacerse con ese examen excepto yo---respondió con cinismo el alumno.
---¿Porqué cree usted que su solución es correcta?, respondió retóricamente el profesor.
---Pues, porque yo conseguí la solución de alguien que tuvo 10 en el examen donde estaba el ejercicio. Y, además, nadie más pudo hacerse con ese examen excepto yo---respondió con cinismo el alumno.
Hacer trampa es algo que va en el ADN del ser humano. En algunas sociedades el problema se combate con rigor. En otras el problema se degenera hasta ser causa de verguenza nacional. Eso le pasó a India cuando se hizo viral una fotografía de padres escalando paredes. De manera descarada, arriesgando sus vidas, interfirieron en el examen de sus hijos.
En India, padres y parientes escalan las paredes de un edificio para dar copia a estudiantes.
Copiar tareas, copiar reportes de laboratorios, copiar exámenes. Todo vale con tal de obtener el añorado seis, nota que define el aprobado del reprobado. Bajo el modo 'survivor' se pierde la verguenza, se desprecia el conocimiento y se ignora el valor que produce el trabajo honesto. En suma se desnaturaliza a la institución llamada universidad.
Pero el modo 'survivor' no es responsabilidad de los estudiantes. Todos contribuimos a él. La sociedad misma ha adoptado esa norma y la alienta. Cuando, por ejemplo, se sobrecarga a los estudiantes con evaluaciones, le metemos en un callejón donde él llega a creer que la única manera de salir es haciendo trampa. Cuando, un profesor, no sabe identificar un trabajo modesto pero honesto de uno ostentoso pero plagiado se desalienta y se desmotiva la cultura del trabajo.
Dentro del incendio causado por mi publicación quise expresar esta idea. Sin embargo, mi razonamiento fue rápidamente ahogado. Había muchos pirómanos con el único deseo de ver arder el lugar. El problema trasciende a profesor bueno alumnos malos o, viceversa, profesor malo alumnos buenos. Es mucho más complejo. Pero si algo debe orientarnos a encontrar nuevas normas de conducta sería el buscar formas de dar valor al trabajo honesto. Eso debería de ser nuestro norte.