jueves, 15 de diciembre de 2016

Un título conferido por un rey europeo

No soy monárquico. Nací y crecí en una pequeña república, donde las grandes tradiciones europeas sobre la realeza dejaron de existir hace dos siglos. Sin embargo, al haber vivido por un lustro en una de las capitales europeas algo de aquella tradición me marcó involuntariamente. Un rey europeo me confirió el título académico de Doctor. Reza mi título que el ya abdicado rey, Juan Carlos I, Rey de España, y en su nombre el rector de la Universidad Carlos III de Madrid me confieren el citado grado académico.


Resulta cuando menos curioso poseer un pedazo de papel que lleva estampado el nombre de un monarca. También, me resultó rarísimo el momento cuando al finalizar la presentación final de la tesis, el director del tribunal se me acercara y me pusiera un manto dorado. No recuerdo qué dije, pero a manera de broma, mientras me ajustaba al cuello el manto me dijo: ten calma que aún falta más. Alguien le pasó un birrete medieval. Y al mismo tiempo que lo levantaba sobre mi cabeza, profirió unas palabras que decían algo así como que en nombre del rector de la universidad me otorgaba el título de doctor por la Universidad Carlos III de Madrid. Con un poco de presión me empotró aquel arcaico artilugio, surgido de las universidades medievales, en la cabeza. 

Como dije, para alguien que creció en una república todo aquello era extraño. Fue casi como un pequeño acto de coronación, una pequeña absurda réplica de la entronización de un rey. Un pedazo de la tradición aristocrática trasladada a la plebe. 

No soy antimonárquico. Durante ya casi dos décadas he gozado de la amistad de personas que se inclinan por sistemas de gobierno que excluyen las viejas aristocracias europeas. Alguno de ellos es un pleno convencido de que las monarquías son nada menos que parásitos de la sociedad. Sin embargo, si algo he aprendido en esta vida es a respetar a las personas y sus tradiciones. No todas las tradiciones son respetables pero aquellas que, como es el caso de las monarquías, no representan ningún daño a la humanidad nos queda la esperanzara de que algún día desaparecerán.   

jueves, 8 de diciembre de 2016

El movimiento "Birther" y la teoría del rumor

Durante la campaña electoral por la presidencia de USA del año 2008, el candidato por el partido demócrata Barak Obama tuvo que hacer frente a muchos rumores. Uno de esos bulos decía que éste estaba impedido de participar en la contienda, pues, había nacido en Kenia, Africa. En dos ocasiones, como candidato y como presidente, en 2008 y 2011, respectivamente, tuvo que publicar dos versiones de su partida de nacimiento. Y sin embargo, la medida no fue suficiente para frenar a tipos inescrupulosos como Donald Trump, quien en 2011 se puso al frente del movimiento "Birther". Es decir, todos aquellos que de manera ciega niegan la nacionalidad del primer presidente negro.


El día de ayer fui advertido de que continua el rumor que pone en duda el hecho de si en verdad obtuve el grado académico de doctor. Es decir tengo que hacer frente a mi propio "Birther", lo cual me parece gracioso. Esparcir rumores es propio de inescrupulosos. El "birther" no solamente refleja la maldad y la mala calidad de ser humano, sino que pone al descubierto su poca capacidad de argumentar con seriedad. El "birther" puede ser cualquiera, un candidato a presidente a USA, un rector o un decano. El patrón es el mismo: sembrar la duda. El movimiento "birther" tiene seguidores. Algunos se convierten en fanáticos y aunque se presenten pruebas que refuten la teoría conspirativa éstos no serán convencidos.

El caso del bulo sobre si en realidad obtuve el grado de doctor, pues, solo basta hacer una pequeña búsqueda en la web y se encontrará que el día 25 de julio de 2007 defendí con éxito mi tesis doctoral. De vuelta en El Salvador, para poder ser recontratado, presenté en septiembre de ese mismo año los resultados del examen a las autoridades de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura. De aquella fecha a esta parte ha pasado casi una década. Durante ese periodo de tiempo he entregado copia de mi título en, por lo menos, media docena de instancias dentro de mi universidad. Y ahí me ven todavía, haciendo frente al movimiento  "birther" versión guanaco. 

viernes, 2 de diciembre de 2016

Días de estrés y de nervios

Fue en una reunión de trabajo que oí decir que había que enseñar a nuestros estudiantes a trabajar bajo presión. Casi de manera automática otro de los participantes asintió, pues le pareció que aquella frase encerraba una verdad tan grande como un templo. Yo por mi parte me quedé callado. No tenía la energía de iniciar una discusión partiendo de una posición desventajosa. Sin embargo me quedé pensando en qué significaba aquello. Por una parte, quien soltó aquella frase podrá padecer de muchas cosas pero dudo mucho que padezca de ningún nivel de estrés. Por otra parte, los niveles de estrés y de nervios que se alcanzan cuando se es estudiante son muy altos como para querer incrementarlos aún más. 


Mucho del nivel de estrés que se ve al finalizar el ciclo académico puede ser reducido. Una parte proviene de la sobre acumulación de evaluaciones: exámenes, tareas, exposiciones, etc. Esta acumulación tiene su origen en la carencia de un programa de actividades. Es incontestable que cada asignatura tiene un programa de estudio pero su implantación en el aula requiere de la coordinación de muchos engranajes que nunca llegan a darse. Por otra parte, hasta la fecha no conozco a nadie que se haya tomado el trabajo de medir el tiempo que lleva realizar cada actividad exigida en una asignatura. De mi experiencia como estudiante de asignaturas online,  en plataformas como edX, he visto que hay un esfuerzo grande por tratar de dimensionar el nivel de exigencia de una asignatura en función del número de horas requeridas para asimilar el contenido expuesto. En esas universidades hay una búsqueda enorme por ser justo. Es decir, por asignar una carga adecuada, cuantificada en horas.

No me cabe duda que las exigencias del mundo laboral son muy duras. Las presiones del trabajo pueden ser agotadoras. Sin embargo, no por estar más estresado se será más productivo. Al final debería primar el rendimiento del trabajador en sus labores que verlo perdiendo los nervios.