sábado, 23 de marzo de 2019

Agua, camisetas y marchas contra la privatización del agua.

Crecí en un lugar sin agua corriente, ya en este blog di cuenta de algunas cosas de mi pasado. Desde niño se me obligó a asumir dos responsabilidades ineludibles: buscar leña para cocinar e ir a por agua. Detestaba mucho ir a por leña, sobre todo cuando, al cargarla en la espalda, me hacía un daño insufrible. Por una parte, si lo que cargaba era un tercio, sufría mucho cuando el peso del conjunto hacía que algunos palos se incrustaran en mis hombros y nuca. Por otra parte, si tocaba cargar un trozo de árbol, el esfuerzo era tremendo. Siempre odié ir a por leña y prefería ir a por agua. Aquello era más limpio y era una actividad relativamente más sencilla.

El agua que utilizaba nuestra comunidad era recogida durante la temporada de lluvia y almacenada en tres inmensos silos. El agua era racionada y entregada durante la estación seca. Su calidad era lamentable. Que yo recuerde nunca llegó a tratarse y en algún par de ocasiones que limpiaron los silos se encontraron dentro de ellos algunos animales muertos. Para conseguir agua potable, 'para tomar' como decíamos, había que hacer un esfuerzo mayor e ir a por ella a una fuente muy lejana. Estimo que serían un par de kilómetros de ida y otros tantos de vuelta los que se necesitaban para ir a por un poco de agua potable. 

La guerra y la reforma agraria de los años ochentas pulverizó cualquier desarrollo de aquella comunidad. Nunca llegó el agua y tampoco el estado. Aquella comunidad cayó merced del olvido. Cuatro décadas y el agua aún no llega, como no llega a casi tres cuartas partes de nuestras zonas rurales.
Estudiantes de la Universidad de El Salvador en la marcha del 20/3/2019.

El tema del agua no me es indiferente, como tampoco las estrategias de los demagogos. Para los que se han puesto a azuzar a nuestros estudiantes el agua es solo una estratagema más en su campaña para seguir al frente de esta pobre institución que llamamos La U. Que yo sepa nunca les importó el agua, tampoco les importó formar cuadros cuando se tuvo la oportunidad. Hace casi una década la cooperación canadiense destinó muchísimo esfuerzo y dinero en formar cuadros especializados en hidrogeología. Y sin embargo, casi nada se aprovechó aquel esfuerzo de formar profesionales con conocimientos para hacer frente a los desafíos que nos impone la gestión del recurso hídrico. 

Me alegra que la juventud se pronuncie sobre temas de gran envergadura como el acceso al agua potable. Por ello no puedo entender como reivindicar algo tan noble requiera de ponerse una capucha, una máscara, una pañoleta y el prender fuego a mitad de calle. Un gesto noble no requiere del acompañamiento de actos trogloditas. Esos actos solo estarían reflejando nuestro fracaso en reprimir los sentimientos más primitivos que lleva consigo cada ser humano.

De las declaraciones que oí de las autoridades universitarias, ofertadas a una gran cantidad de medios, entendí que el tema irá a peor. Se azuzará a la juventud para que salga y de libertad a sus emociones más primitivas. No creo que haya una fuerza capaz de contener aquello. Es muy fácil el dar rienda suelta a la pasión. Conozco a muchos de estos jóvenes, son brillantes y solo espero que sepan identificar entre un acto noble y generoso de uno vulgar y deshonroso.