El humorista Bill Maher disfruta transitar por las intersecciones que existen entre la libertad de expresión, la crítica ácida al gobierno y la pasión por la política. Una de esas intersecciones le llevó a decir que Donald Trump era descendiente directo de una mezcla entre una mujer y un orangután del zoológico de Brooklyn, New York. Su broma fue la reacción al movimiento birther (del que ya hemos hablado en este blog), que buscó deslegitimar al presidente Obama poniendo en entredicho su ciudadanía. Maher desafió a Trump exigiéndole mostrar su certificado de nacimiento, como prueba de que no era el hijo bastardo del Orangután neoyorquino. De mostrarse públicamente el certificado, el comediante ofreció darle al magnate cinco millones de dólares para que éste los donase a la caridad de su predilección.
Trump no perdió tiempo y desafió a Bill Maher. Envió a sus abogados con una carta donde decía: "con la presente carta adjuntamos el certificado de nacimiento del Sr. Trump que demuestra que es el hijo de Fred Trump y no de un Orangután." Al mismo tiempo demandó el dinero. Demanda que Maher ignoró. Al no recibir el dinero, los abogados de Trump recurrieron a los tribunales. Según apunta el humorista parece que "esto irá camino a ser resuelto por la Corte Suprema de Justicia".
La disputa Maher-Trump tiene muchas aristas por las que reflexionar. Una de ellas es una pregunta recurrente ¿Cómo combatir la argumentación absurda? A veces, parece que no hay salida lógica. El absurdo se convierte en un callejón sin salida. La única salida es por la tangente, con otro argumento absurdo. A veces, solo otro argumento absurdo pone en evidencia nuestra propia lógica difusa.
Reírse del absurdo puede ser un buen mecanismo para combatirlo.