sábado, 22 de abril de 2017

¿Va la universidad por el camino correcto?

El día de ayer por la mañana fue literalmente continuación del anterior y del anterior. Junto a uno de mis estudiantes de trabajo de graduación y a otro ingeniero que, a distancia nos apoyaba, estuvimos enfrascados en resolver un grave problema informático. Fue una de esas semanas donde te acuestas y te levantas pensando en encontrar la solución. Lees, pruebas,  preguntas, consultas con colegas y nada parece funcionar. Hasta que, con la ayuda de gente más experimentada, finalmente aparece la luz: la solución al problema. A mitad de mañana estábamos enzarzados en probar soluciones cuando, con cara de curiosidad, se acercó una alumna. No pudo evitar interrumpirnos. Su curiosidad pudo más que su timidez. Entró al laboratorio y nos preguntó que era aquella 'pecera'. La 'pecera' era un sistema de interrogación y de respaldo de información que hemos ido perfeccionando a lo largo de los últimos años. Debo de reconocer que aquella visita fue sorprendente y me hizo recordar las veces que estuve en universidades europeas. 


Una de las cosas que llama la atención en las universidades de países desarrollados es el ver a individuos o grupos de individuos trabajando en la producción de conocimiento. En cada oficina, en cada laboratorio se les observa absortos, abstraídos, meditando, discutiendo y produciendo ideas. En los congresos internacionales, cada año, se les ve presentando sus avances más recientes. Y en las revistas internacionales se detallan los entresijos de sus ideas más agudas y afinadas. 

La visita de la citada estudiante, debo reconocer, nos hinchó un poco el ego. Tuvimos que esforzarnos por explicar de manera simple y rápida aquello en lo que llevamos ya varios años trabajando. Al mismo tiempo, reparamos sobre la poca actividad académica de nuestra universidad. Esa poca actividad nos hizo parecer bichos raros donde debería ser la norma que profesores estuviesen siempre entusiasmados desarrollando sus investigaciones. Una institución que no publica, no investiga, no es una universidad. No es otra cosa que, como la llamaría mi colega Gaio Tiberio, un gran bachillerato de 9 años y medio de duración.

Un cambio importante debe enfocarse en crear las condiciones para que los docentes salgan de la zona de confort y empiecen a trabajar en uno de los propósitos más fundamentales de la universidad: la creación de conocimiento. Sin embargo, a mi alrededor lo que veo es a gente que pide dinero a cambio de escribir. Ya he visto sobre la marcha un borrador de la secretaría de investigación que reclama más dinero para los profesores que publiquen como si el salario que se cobra por ser profesor no llevara de manera inherente la responsabilidad de publicar.